La resolución de los asesinatos de la jugadora de voleibol Ingrid Visser y de su novio, Lodewijk Severin, se precipitó gracias a la denuncia de una amiga del presunto autor intelectual del doble crimen, Juan C.L., a la que éste había recurrido para que le ayudase a deshacerse de los cuerpos. Según ha podido saber Levante-EMV de fuentes de toda solvencia, Juan C.L. pidió a una amiga suya residente en Murcia que recogiese a Ingrid y a su pareja a la salida del hotel, el día 13 de mayo, y que los llevase en su coche hasta la casa rural de Molina de Segura alquilado por dos semanas a través de un conocido suyo.

La mujer cumplió el encargo y al llegar a la Casa Colorá, sita en la pedanía de La Hurona, los holandeses bajaron del vehículo y saludaron a Juan, a quien ya acompañaban los dos rumanos supuestamente contratados por aquél para perpetrar los crímenes. La joven se despidió del grupo y se fue, ajena por completo a los planes del ex gerente del CAV Murcia 2005.

Dos días más tarde, Juan volvió a llamarla por teléfono y le pidió un nuevo favor: que le procurase unos sacos de cal viva y una sierra radial. Ella, según contaría más tarde a la policía, se extrañó y le respondió que no podía hacerse con lo que le pedía. La conversación cobró sentido al cabo de una semana larga, cuando la mujer se enteró por los medios de comunicación de que la pareja a la que había trasladado ella en su coche había desaparecido en extrañas circunstancias. Ató cabos y decidió acudir a la policía.

Tras tomarle declaración, los agentes del grupo de Homicidios de Murcia enfocaron la investigación hacia Juan C.L. Una primera inspección ocular permitió certificar que había sangre en al menos dos habitaciones de la Casa Colorá, una casa rural que se alquila completa y cuyo aislamiento en pleno campo la convertía en un lugar idóneo para el doble asesinato.

A partir de ahí, el juez que investigaba la desaparición autorizó a la policía a someter a vigilancia por distintos medios técnicos al principal sospechoso. Gracias a ello, a mediados de esa semana, los agentes averiguaron que Juan C.L. había fijado una cita con los dos rumanos el sábado al mediodía, posiblemente para recibir el dinero prometido por el "trabajo".

Agentes de Murcia se desplazaron a Valencia y arrestaron durante esa cita a Juan C.L., de 36 años, pero Valentin I., de 59 años, y Constantin S., de 47, escaparon. Los policías llegados de Murcia pidieron entonces colaboración a sus colegas de Valencia, equipo al que también se sumaron agentes del grupo de secuestros de la UDEV central, con sede en Madrid.

La confesión del exgerente del CAV Murcia 2005 permitió encontrar esa misma noche los cuerpos de Ingrid y de Lodewijk, desmembrados, rociados de cal y ocultos en bolsas, en el lugar donde habían sido enterrados: un hoyo cavado en un huerto de limoneros de la pedanía murciana de Alquerías, hasta donde condujo Juan a los agentes.

Gracias a su declaración, el equipo de policías localizaba los domicilios de los dos presuntos sicarios, sendos pisos compartidos en el valenciano barrio de Albors. El lunes por la mañana, tras obtener las órdenes de entrada y registro, ambos eran apresados en plena calle, con la ayuda del Grupo de Operaciones Especiales (GOE).

Tal como adelantó ayer Levante-EMV, Juan adeudaba una fuerte suma de dinero a Lodewijk, quien le había ido haciendo llegar distintas cantidades recogidas entre inversores holandeses, alguno de ellos del hampa, según las investigaciones llevadas a cabo por la policía de ese país, lo que explicaría que Severin estuviese siendo presionado de manera seria para recuperar el dinero cuanto antes.

Ella reclamaba 80.000 ? al club

Según se desprende de las investigaciones, Juan le había hecho creer a Lodewijk que estaba invirtiendo esa elevada cantidad de dinero en negocios en Brasil y en la compra de una cantera de mármol, pero el holandés no veía rentabilidad por ninguna parte. Así, le advirtió de que le devolviese hasta el último céntimo, incluidos los 80.000 euros que según ellos le debía a Ingrid el club deportivo murciano, devolución que debía hacerse efectiva en la cita fijada en Murcia aprovechando que la pareja iba a desplazarse a esa ciudad española para que la jugadora fuese sometida a un control en su sexta semana de gestación en la clínica que había logrado su embarazo.

La presión para pagar un dinero que no tenía acabó, según declararía ante la policía y ante la juez, por llevarle a un callejón sin salida y a planear presuntamente el doble crimen, para lo cual habría contratado a los dos rumanos, que al parecer carecían de experiencia anterior como asesinos a sueldo. Además, al menos uno de ellos bebía con frecuencia.

Juan C.L. fue trasladado por la policía a última hora del lunes a Valencia y a primera hora de ayer compareció ante la juez de Instrucción número 16, en funciones de guardia, que ordenó su ingreso en prisión por el doble crimen, tras lo cual se inhibió en favor de su colega de Murcia.

Juan C.L. llegó a la vida del empresario murciano Evedasto Lifante, fundador y presidente del Club Atlético Voleibol Murcia 2005, en 2008, y pronto se fue haciendo con el control financiero del equipo. Lifante declaró ayer a este diario que "en 2011, desapareció y se llevó toda la documentación del club, por lo que se perdieron las subvenciones y no se pudo rendir cuentas ante Hacienda". Desde entonces no ha tenido contacto con Juan C.L., aunque hace un año se enteró, por medio de una amiga común, que quien había sido su mano derecha estaba intentando vender una cantera que Lifante posee en Barinas (pedanía de Abanilla, Murcia) "por 300.000 euros a un valenciano, mediante un contrato falso", añadió el empresario. Lifante afirma que no empezó a pensar en que Juan estuviese detrás del doble crimen hasta que lo interrogó la policía el día 22 y le preguntó por la venta de la cantera. "Por ser un trampas, estas dos personas ahora están muertas", sentenció, e informó que ya lo ha denunciado dos veces. t. d.valencia