«Nacho para ..., te lo suplico». Fueron las últimas palabras que lograron escuchar a través de la puerta de boca de Susana Carrasquer, mientras la víctima imploraba al padre de tres de sus hijos para que dejara de acuchillarla hasta que su «hilillo de voz» se fue apagando.

En total la mujer, de 38 años, recibió 85 cuchilladas en la cabeza, el cuello, la cara, la boca, tórax y abdomen. La última de ellas en el corazón, como el propio acusado reconoció ayer en el juicio, admitiendo así el agravante de ensañamiento, ya que estaba viva cuando recibió todas las anteriores, causándole «un padecimiento insufrible e innecesario».

Ante lo abominable de este crimen machista, ocurrido en febrero de 2015 en la calle Asturias de València, cabía pensar que el autor, que fue detenido en la vivienda junto al cadáver tras alertar él mismo a la policía, confesaría los hechos durante el juicio apelando así a una rebaja en la pena solicitada por la fiscalía, 19 años de cárcel, y la acusación particular, 29 años de prisión.

No obstante, en la primera sesión del juicio celebrado ante un Jurado Popular el presunto asesino sorprendió dando una nueva versión de lo ocurrido aquel día y alegó que actuó en «legítima defensa», después de que fuera su víctima quien le atacó en el pasillo con un cuchillo.

Para tratar de justificar lo injustificable (su defensa pide la libre absolución), José Ignacio U. S., de 47 años, alegó que una vez consiguió quitarle el cuchillo que supuestamente Susana cogió de la cocina, la víctima cuestionó la paternidad de dos de sus hijos en común y «al decirme eso me ofusqué».

Durante ese «momento de ofuscación», como él mismo definió, le asestó 85 cuchilladas, gran parte de ellas en el rostro, una prueba más del odio machista que tenía hacia ella, sentado encima de su víctima. «Daba palos de ciego», aseguró antes confirmar que la última de las cuchillas fue en el pecho a la altura del corazón. «Me resbalé con la sangre y caí encima», manifestó como colofón de esta peculiar visión de lo ocurrido.

El Ministerio Fiscal y la acusación particular consideran que existen pruebas suficientes de que el acusado atacó a traición y con alevosía, imposibilitando cualquier tipo de defensa, tras esperar en el rellano a que Susana saliera de casa.

De hecho, la noche anterior ya le había amenazado y esa misma mañana del 12 de febrero de 2015 la telefoneó para cerciorarse de su presencia y de la hora a la que llegaría la cuidadora de su padre, momento en el que ésta saldría de casa y éste la abordaría, según su plan preconcebido. Aunque ya no convivían desde el mes de enero, tras 16 años de relación, con tres hijos en común - de doce, once y siete años-, que Susana quisiera separarse definitivamente y saber que había iniciado una nueva relación fue el detonante de su crimen.

Pese a que el presunto asesino negó tanto las amenazas como los episodios de malos tratos a los que sometió a su víctima, admitió que se había enterado de que tenía un nuevo novio. «Estaba jugando a dos bandas», se le escapó durante el interrogatorio, lo que desmontaba la supuesta relación idílica que describió en el juicio, diciendo que tenían intención de casarse.

Respecto a que su propia madre haya reconocido el cuchillo como uno de su propiedad, lo cual confirmaría que fue él quien portaba el arma homicida, el acusado solo pudo desacreditarla. «Es Antoñita la fantástica, si hubiera cogido un tanque también diría que es suyo». I. U. S. ya fue condenado a dos años de cárcel por acuchillar a su anterior pareja en 1998, curiosamente cuando ella le dijo que quería separarse. También alegó un forcejeo.