Estas cifras reflejan el "incremento espectacular" de este fenómeno emergente, etiquetado de violencia filio-parental, registrado en familias, muchas de ellas "normalizadas", y en adolescentes "etiquetados hasta ese momento como normales".

Estas son algunos de los datos expuestos en las 'Jornadas sobre violencia intrafamiliar: menores que agreden a sus padres', que se celebran desde hoy en la Ciudad de la Justicia de Valencia. Al encuentro acudieron diversos expertos, y fue inaugurado por la secretaria autonómica de Justicia, Patricia Montagud.

Este fenómeno tiene una prevalencia media cercana al 10 por ciento en personas de entre 3 y 18 años, con un tres por ciento de adolescentes que incurren en una violencia extrema. Las mujeres son las más vulnerables a sufrir este tipo de violencia, entre otras causas, porque suelen ser físicamente menos fuertes que los padres; porque es más fácil que los adolescentes convivan con madres solteras; porque éstas suelen pasar más tiempo con los hijos cumpliendo las funciones de cuidadora; porque toman más responsabilidad en la educación y por los perjuicios sociales en relación a la superioridad del hombre, según varios estudios.

En varones, las agresiones son más físicas, y las jóvenes se caracterizan por un carácter psicológico y emocional. Asimismo, el contexto en el que se registran es en el de familias de clase media y alta, de lo que se deduce que se producen en un entorno "claramente favorable desde el punto de vista económico, cultural y educativo".

Al respecto, el profesor de la Universitat de València Vicente Garrido, autor de varios estudios relacionados con este asunto, explicó, durante su intervención en las jornadas, que los factores que pueden provocar estas actitudes violentas en los menores "son diferentes", y aludió a que hayan podido ser objeto de malos tratos; o testigos de violencia doméstica en sus hogares; que sufran un trastorno mental o hayan consumido drogas.

A estos factores, Garrido explicó la aparición de otro novedoso, que definió como el 'síndrome del emperador', caracterizado por una violencia "persistente" y "global", normalmente "con un carácter evolutivo". De hecho, suele comenzar con el abandono del esfuerzo del menor por estudiar; seguir con amenazas; pasar a los abusos psicológicos, y de ahí a las agresiones físicas. En la mayoría de casos, según dijo, "la conducta del menor suele quedarse en acoso y violencia emocional".

Este síndrome estaría caracterizado por tres factores fundamentales. El primero, el poco miedo al castigo; el segundo, la insensibilidad emocional, donde la educación sí juega un papel fundamental --cuanto más insensible es el menor, menos efectiva es la educación de sus progenitores--; y, en tercer lugar, la pobre mediación cognitiva, lo que impide el desarrollo de la reflexión.

LOS PADRES, CULPABLES

En este contexto, Garrido quiso desmentir la afirmación de que "los padres son los culpables", a pesar de que "parezca la explicación más lógica aún en contra de la evidencia científica y del sentido común". "Se puede educar correctamente, pero los hijos tener un comportamiento difícil y, como consecuencia, una mala reacción".

Algunos de los menores que maltratan a sus padres, también pueden hacerlo en la escuela, según alertó Garrido. O al contrario. Explicó que muchos niños que agreden a sus compañeros de clase "no lo hacen en sus casas porque no se atreven, porque ejercer la violencia contra los padres ya es romper un tabú, lo que requiere de una dureza mucho más importante".

Por todo, el experto consideró "necesario" someter a un escrutinio adecuado a los jóvenes que son violentos con sus padres, y abogó por "hacer un esfuerzo" por identificarlos "precozmente" y ayudar a sus progenitores en su educación, "antes de que sea demasiado tarde, para que la intervención sea capaz de evitar los resultados más violentos y perjudiciales tanto para la familia como para el joven".