Juan Antonio Caballero defiende el papel de los movimientos vecinales como gran motor de cambio en las ciudades, para criticar acto seguido el salto a la política de muchos de sus representantes. «Las organizaciones sociales han de ser independientes y es muy necesario que existan porque si no la democracia se quedaría a medias, o no existiría», sostiene. Incide, además, en que la política «no es sólo de los políticos, sino de todo el mundo». Va más allá al lanzar: «No podemos ser testaferros de los políticos. Ese es un error del pasado que no podemos volver a cometer».

Paralizar el PGOU, un logro

La paralización del Plan General de Ordenación Urbana de Valencia, que tanto perjuicio suponía para la huerta, lo coloca como ejemplo de la fuerza que adquieren los movimientos vecinales bien organizados y canalizados hacia un fin concreto. La presentación de miles de alegaciones ha obligado al equipo de gobierno de Rita Barberá a dar marcha atrás hasta después de las elecciones. La avalancha de escritos amenazaba con colapsar el trabajo de los técnicos municipales, obligados a emitir sus enmiendas.

El nuevo escenario que se abrirá tras las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo será beneficioso, en su opinión, para todo el asociacionismo. «El fin de las mayorías absolutas obligará a tener que alcanzar pactos, se abre una nueva situación y una oportunidad para que el movimiento vecinal pueda estar ahí», advierte, deseoso de que las políticas aplicadas con rodillo toquen a su fin. «El cambio será beneficioso para todos, incluídos los políticos, porque tendrán que trabajar de otra manera, teniendo en cuenta lo que quieren los habitantes de un municipio o una ciudad», defiende plenamente convencido de ello.