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Sin casa, con deuda y encima moroso

L.M.U. no puede pagar nada a plazos al estar en un listado como deudor tras perder su piso hace 5 años con una hipoteca puente

No puede abrir una cuenta corriente en un banco, ni pagar nada a plazos. Ni un teléfono móvil ni un electrodoméstico ni la ortodoncia para su hijo pequeño, que le cuesta 2.000 euros. Figura en los archivos como moroso, lo que le marcará de por vida. Hace cinco años que lo desahuciaron de su casa. No quiso escándalos ni que sus hijos „por aquel entonces de 10 y 7 años„ vieran cómo la policía le sacaba de su casa a la fuerza. Por eso, por vergüenza, entregó las llaves en el juzgado. Por ese mismo motivo, no quiere mostrar su rostro, pero sí contar su historia ya que está convencido de que su caso no es excepcional.

«Si yo figuro como moroso, la mayoría de desahuciados también. Eso te estigmatiza de por vida. Estamos condenados. Si a una situación difícil le sumas la imposibilidad de pagar a plazos, de asumir pagos más pequeños... el camino se hace imposible», afirma. Aún así, L.M.U., de 39 años, se siente afortunado. Cree que podrá acogerse a la Ley de Segunda Oportunidad y empezar de nuevo. Aunque no las tiene todas consigo. «La esperanza es lo último que se pierde, ¿no?», afirma.

El caso de L.M.U. es distinto al de miles de familias que perdieron, en primer lugar el trabajo, y luego la vivienda. Sin embargo, es muy similar al de otros tantos que, para adquirir una vivienda de mayor calidad incluyeron en la operación, sí o sí, la venta del piso anterior.

Los números cuadraban a la perfección en una «hipoteca puente» diseñada por el banco. En teoría parecía sencillo porque la venta «se iba a realizar de forma rápida», pero, en la práctica, el piso no se vendió y los números comenzaron a descuadrar desde el primer día. Era el comienzo de la ruina económica para L.M.U y su familia y el fin de la vida «cómoda» que llevaban hasta ese momento. «Teníamos la ilusión de ir a vivir a un chalet. Así que el banco nos propuso, en primer lugar una hipoteca puente; cuando no pudimos pagar, un préstamos personal para poder hacer frente a las cuotas, luego otro más... Y más tarde el desahucio y el calvario de empezar de cero con una deuda enorme y de por vida», asegura el afectado, tras recalcar que no ha parado de trabajar ni un solo día.

Con 1.200 euros de nómina, paga las cuotas de la vivienda que perdió, siente la «vergüenza del desahuciado» y figura en los ficheros como moroso, lo que dificulta su lucha diaria. «Que mis hijos no hereden la deuda». Ese es su objetivo prioritario.

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