Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La ciberdelincuencia más oculta

El lado más oscuro de la red

Unidades especiales de la Guardia Civil y de la Policía rastrean la Internet profunda con virus de vigilancia en remoto o agentes informáticos encubiertos

El lado más oscuro de la red

Dicen los expertos que el 80 por ciento de la información disponible en red está en su lado más oscuro, el que ocupa la llamada «deep web», ese mundo oculto al que la inmensa mayoría de los internautas convencionales jamás accederá. Unos -la mayoría-, por desconocimiento y otros, por temor a naufragar en unas aguas que creen más procelosas de lo que en realidad son. Así las cosas, se convierte en el paraíso de los que buscan huir de la esclavitud controladora impuesta por los grandes monopolios que se han adueñado de la Internet visible (Google, Microsoft, Facebook, Apple, Youtube,...), pero también de los que aprovechan su anonimato para poder delinquir sin dejar rastro. O eso creen.

«Hay mucha leyenda urbana sobre la "deep web"», explica el comandante responsable del grupo de Delitos Telemáticos de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, «muchos internautas acceden creyendo entrar en un mundo muy distinto al de la Internet visible y se sienten defraudados, porque hay más similitudes entre ambas de las que se esperan».

La clave de su interés reside en que se deja mucho menos rastro y el usuario no es identificado y vigilado por una mano negra a cada clic que pulsa. De ahí que muchos delincuentes estén utilizándola.

Para empezar, se llega a ella a través de un navegador específico, TOR, las siglas de The Onion Router ("enrutamiento" o recorrido de cebolla), que debe su nombre a ese cifrado por capas, como las del bulbo comestible del que toma el nombre, que hace que a cada salto la información que circula de emisor a receptor vaya cambiando de dirección IP, lo que dificulta enormemente su rastreo.

Nacido en los primeros años de siglo de manos de una unidad de investigación de la Armada de los Estados Unidos -el primer contrasentido para el pretendido espíritu libertario de la internet profunda-, TOR se diferencia de los navegadores que usamos habitualmente en que no pide información al usuario ni almacena sus criterios de búsqueda, lo que garantiza el anonimato y la independencia.

Pero si sus intenciones no son demasiados legales, los internautas deben saber que, desde hace cinco meses, con la entrada en vigor de la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal, la Policía y la Guardia Civil han recibido un paquete de herramientas que les permiten destapar con mucha mayor eficacia los delitos en la red. Una de ellas es el agente encubierto informático, que permite al investigador, siempre bajo supervisión judicial, usar una identidad falsa para entrar en canales cerrados, moverse en foros restringidos y husmear en chats reservados. Pero también introducir troyanos para vigilar en remoto las actividades de individuos o grupos sospechosos de actividades ilegales.

Sicarios de pacotilla

Muchos se creen que en TOR encontrarán sicarios, armas, drogas de todo tipo o depravaciones sexuales de la peor especie, en definitiva, que la «deep web»es un gigantesco y perverso hipermercado del mal. Nada más lejos de la realidad. «La mayoría de lo que se anuncia en TOR encierra una estafa», aclara el responsable de Telemáticos de la UCO. La razón es sencilla: ese preciado anonimato se diluye como el azúcar en un té caliente en cuanto se concreta la compra porque «al final se desciende del teclado a la realidad y tendría que producirse el intercambio físico de un objeto o un producto, y ese mensajero o ese envío postal deja rastro». Así que contratar a un asesino a sueldo para deshacerse de un enemigo o adquirir un lanzagranadas por Navidad queda descartado.

Pero sí es un terreno abonado para el mercadeo al por menor de determinadas drogas -marihuana de producción artesanal, pastillas o drogas de nuevo diseño (no hay que olvidar que Internet es el agua en el que con más comodidad se mueven los peces más jóvenes); los narcos de altos vuelos (cocaína o heroína) siguen prefiriendo canales más clásicos con métodos de comunicación tan anónimos o más que TOR-.

Pero también, y sobre todo, de productos y servicios puramente informáticos: la Internet profunda es campo abonado para comprar y vender todo tipo de virus espía para vigilar al prójimo, robarle claves, reventar contraseñas o robarle sus archivos.

Esa confidencialidad que aporta TOR es perfecta para un enemigo mucho más temible: el terrorismo, principalmente el de corte islamista. En su caso, no sólo es una vía perfecta para comunicarse entre ellos y planificar atentados y acciones concretas, sino que además es un magnífico repositorio de captación y un escondrijo inmejorable para canalizar los envíos de dinero de la «hawala», uno de los pilares sobre los que se sustenta la financiación internacional del yihadismo.

Compartir el artículo

stats