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5º aniversario

Los hijos de la plaza del 15M y la indignación

Mantener viva la movilización social y canalizarla políticamente en votos son algunos de los retos a los que se enfrentan hoy quienes participaron en las protestas que sacudieron el país hace ahora cinco años

Los hijos de la plaza del 15M y la indignación

­Las primaveras en Valencia dan para mucho: tumbarse en el río, darse los primeros baños en la playa, enamorarse, hacer la revolución... O intentarlo. Hace cinco años, miles de valencianos salieron a la calle a dormir en las plazas para cumplir con lo último. Al menos ese era el espíritu que se respiraba en las improvisadas asambleas que brotaron en casi todas las ciudades españolas al calor de la indignación. Una ola de cabreo colectivo que cumple hoy un lustro, y lo hace, como aquella vez, en vísperas de elecciones. Estos comicios, sin embargo, distan mucho de los de 2011: muchos de los que aparecen ahora en las papeletas pernoctaban entonces con sacos de dormir en aquellas plazas.

Por ejemplo, Ferran Martínez, Candidato de Valencia al Senado por Podemos, con 22 años se quedó más de una noche a dormir en la plaza del Ayuntamiento de Valencia, rebautizada como plaza Quinze de Maig. «Recuerdo que justo estaba en una asamblea en la facultad de Filosofía, organizando actos y movilizaciones. Pasó por allí un compañero de la asamblea contra el plan Bolonia y me contó que se iba a Benimaclet a una reunión porque habían desalojado Sol. A los pocos días el movimiento cobró fuerza en Valencia y allá que fui», relata el joven. «Hubo gente que dejó de pagar el alquiler del piso o dejó la casa de sus padres para, literalmente, irse a vivir a la plaza», recuerda con una sonrisa Martínez.

En aquella época estaba terminando sus estudios de Economía. Se ponía nervioso con las horas y horas en las que la gente no hacía más que hablar pero no se decidía nada. «Después comprendes que aquello fue un ejercicio muy importante de expresión colectiva. La gente lo necesitaba, había estado mucho tiempo callada sufriendo los problemas como algo personal y aislado, y de pronto nos dimos cuenta de que le pasaba a más gente», reflexiona.

El viaje de las ideas

«Y nos superaron: en número y en radicalidad». Martínez, que militaba en movimientos estudiantiles, se percató entonces de que aquello era más grande de lo que había visto hasta entonces. «Estábamos acostumbrados a protestas sectoriales. Por la educación, por la reforma laboral, etc. Pero aquello era contra el ´todo´, contra el sistema y el régimen de la Transición», señala.

¿Dónde están las ideas de los indignados ahora? «Algunos partidos han sabido recogerlas, como Podemos, Compromís, IU o las candidaturas municipalistas, la CUP,...», responde el candidato.

«Que se cumpla el programa electoral, una vivienda digna, desvincular los poderes legislativo, judicial, y ejecutivo, la lucha contra la corrupción... Todos esos eran temas de sentido común que pedíamos entonces y que partidos como Podemos han asumido», cuenta otra hija «quinceemera», la ahora diputada autonómica de Podemos Sandra Mínguez.

Nacida de los círculos, tenía 27 años cuando acudió a la manifestación organizada por Democracia Real Ya que desembocó en las acampadas. «Al llegar a la plaza San Agustín se me saltaron las lágrimas de ver a tanta gente», cuenta. «Era increíble, no se parecía a ninguna manifestación de las que había ido hasta entonces», relata Mínguez.

«El 15M fue el despertar de la sociedad», sentencia, contundente. «Yo era activista social. No estaba ni en partidos ni sindicatos. Pero veía que había que luchar», detalla. Al igual que Ferran, Sandra no se considera «política». «Soy profesora de matemáticas», asevera.

«No sé explicar bien por qué no se ha reflejado esa indignación en votos. Podemos no es el 15M pero sin él quizá no existiría», sostiene Mínguez, quien añade que «ese sentimiento se ha canalizado en la creación de otros muchos movimientos sociales. Se han creado muchos colectivos». «El 15M sirvió para crear un tejido social fuerte capaz de reaccionar», comenta Martínez.

Nuevo vocabulario y escenario

«Somos los de abajo y vamos a por los de arriba»; «somos el 99 % que va a por el 1 %»; o, «lo llaman democracia y no lo es» son solo algunos de los lemas que se proclamaban aquel mayo de 2011. Un nuevo vocabulario que dio también con nuevas estructuras de acción y representación.

«En verdad lo estábamos sintiendo. Le estábamos dando la patada al tablero de juego del bipartidismo, pero no sólo eso. También hablábamos de igualdad, de la crisis, de paro, de jóvenes. Estábamos construyendo otra manera de hacer política», narra Adoración Guamán, que ha hecho el viaje al revés respecto a Martínez y Mínguez. De la militancia en Izquierda Unida ha pasado a desempeñar su labor en los movimientos sociales.

Una trayectoria que han seguido muchos de los que llenaban las plazas y ahora nutren asociaciones de vecinos, colectivos y plataformas. No todos los «quinceemeros» acaban en listas electorales, pero sí muchos de los que dormían en tiendas de campaña continúan ligados a diferentes luchas.

«En las plazas nos entroncamos con otros movimientos: feminismo, ecologismo, etc. Fue un aprendizaje colectivo impresionante», detalla la también profesora de Derecho Laboral de la Universitat de València. Contaba con 33 años cuando, megáfono en mano, pasaba largas noches en la comisión jurídica del 15M de Valencia. «Los lazos que tejimos en la plaza son muy fuertes. Hemos ido encontrándonos en distintas protestas en estos cinco años como la Primavera Valenciana, contra el TTIP, el plan B, etc.», reflexiona la profesora Guamán.

Con el movimiento de los indignados «se manifestaron nuevos marcos de ubicación. Conseguimos consensos negativos: definimos lo que no nos gustaba o lo que no queríamos. Eso lo ha sabido canalizar muy bien Podemos: no queremos casta», manifiesta la profesora. «También conseguimos identificar al culpable: los bancos, el poder. Aprendimos a hacer otros modos de acción directa, como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH)», añade Guamán.

Unos y otros coinciden en que la indignación no ha desaparecido, se plasme como se plasme. Hoy, cinco años después de aquel mayo, siguen sintiendo la plaza, las proclamas y los aplausos silenciosos más alto que nunca.

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