Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sindicatos a dos velocidades

Historiadores económicos como el fallecido Eric Hobsbawm o el «honoris causa» de la Universitat de València Josep Fontana plantean que los inicios de la victoria final del capitalismo más salvaje datan de antes de la caída del muro de Berlín, cuando el que había sido el sistema alternativo tocó a su fin. Ambos autores apuntan a la década de los 70 del siglo XX como el momento en que las socialdemocracias occidentales empiezan a mostrar los primeros signos de debilidad. Y fijan también como causa fundamental de esta goleada del laissez faire al debilitamiento y la pérdida de influencia de los sindicatos.

Hobsbawm y Fontana consideran a las centrales sindicales como un instrumento clave para controlar al capital. Pero estos tienen cada vez menos capacidad de cumplir su función en un mundo de multinacionales, paraísos fiscales y competencia entre países. En la actualidad, han de jugar ya con esas premisas y, más que pleitear contra el patrón deben aliarse para mantener la producción en sus fábricas nacionales para que sus plantas no pierdan las inversiones.

Un ejemplo de trabajo sindical de altura es el comité de empresa de la fábrica de Ford en Almussafes. La capacidad de negociación ha permitido el crecimiento de las inversiones de la multinacional de Detroit en Valencia y la permanencia de la compañía en tierras valencianas. También han sido fundamentales, pero ese es otro debate, las subvenciones e incentivos públicos a la planta.

Pero Ford es un oasis en el desierto. El repliegue de los sindicatos en el sector privado es cada vez más alarmante y se disparó durante los inicios de la crisis, sobre todo por el cierre de empresas y la aprobación de ERE. Entre 2009 y 2015, CCOO, UGT, CSIF y USO sufrieron una sangría conjunta en España de 584.788 afiliados. Menos numerosos, menos poder de presión.

La servitización de la economía ha provocado la aparición de empresas y grandes compañías donde los sindicatos no tienen presencia. Un factor más autóctono es el pequeño tamaño de las empresas valencianas, lo que también impide la existencia de delegados que medien entre capital y trabajo.

Al mismo tiempo, la afiliación sindical y la fuerza de las centrales en la administración pública ha aumentado de manera exponencial. En los últimos años y pese a la salvaje crisis económica, han conseguido para sus representados grandes éxitos en derechos laborales, salarios y prebendas. Hasta recuperaron la paga extra de Navidad «sustraída» por el Gobierno en una situación límite de las arcas públicas. Mientras, los trabajadores del sector privado siguen diez puntos por debajo del poder adquisitivo que tenían en 2007.

Estos éxitos sindicales han generado una dualidad entre asalariados públicos y privados. Las centrales deben saber que sus éxitos laborales en la administración son a costa del erario de todos los valencianos. Por ello, deben ser racionales y ponderados en sus negociaciones. Porque claro, hay políticos que piensan que el dinero público no es de nadie y por eso ceden ante la mínima presión. Otros lo aprovechan.

Todavía duelen los 20 millones que la Generalitat pagó a „¡todos!„ los trabajadores de RTVV por cuatro meses de permiso retribuido. Para que no criticaran al PP en la televisión. Eso es malversación «aquí y en la China Popular».

Compartir el artículo

stats