¿Qué le dice el partido del lunes?

Los dos equipos llegan en una situación bastante delicada. Los dos necesitan ganar, cuanto antes. Uno para reafirmarse en su casa, ante su afición, como es el Deportivo. Las cosas no le van como se esperaba. Aunque aún es pronto para valoraciones, el cambio de entrenador ha beneficiado al Valencia. Hay que tener fe en Prandelli porque la reacción es palpable. Se ganó en Gijón y se llevó al Barcelona al límite y se mereció al menos empatar. Lo principal es creer en el mensaje del entrenador. Prandelli sabe de qué va el tema. Lleva muchos años en el oficio, tiene experiencia, carisma. Importa salir pronto de esa situación. La plantilla está capacitada.

Es un partido especial, siempre pasan cosas en un Deportivo-Valencia en Riazor.

Siempre llama la atención. Hace unos años el Valencia ganó cómodamente y consumó el descenso del Deportivo a Segunda. Y hace dos campañas el Deportivo fue el primer equipo en frenar el buen arranque del Valencia de Nuno. Son partidos intensos.

El Deportivo ha tenido picos eufóricos, finales y títulos, decadencia y descenso. ¿Puede volver a germinar un SuperDépor?

Yo pudo ser partícipe del SuperDépor y hay pocas cosas más gloriosas y felices. Es un equipo que se recordará. Luego fue un equipo tradicional en Europa, jugando contra Milan, Juve, hasta que todo se vino abajo, se quedó sin dinero, llegó el descenso... Ahora intenta ser de nuevo un bloque consolidado, firme. Hay que esperar para volver a verlo por arriba, pero ojalá acabe repitiéndose.

¿Se ha evaporado la hostilidad que se respiraba en estos duelos, después del famoso penalti de Djukic?

Como profesional asistí a todo y me tocó sufrir o disfrutar contra mi exequipo. La gente se quedó con dos o tres anécdotas de aquella noche del 94 y el penalti de Djukic, y eso marcó la rivalidad. Perder la Liga fue muy duro. Se alimentó la enemistad, pero lo que pasa en el campo debería quedarse ahí. Era comprensible el dolor, pero lo que menos me gustó fue escuchar algún cántico por la enfermedad de Lubo Penev. Es normal tenerle ganas al Valencia, pero con el tiempo se ha reconducido dentro de un límite.

Si el Dépor no ganó la Liga fue por fallar muchas ocasiones.

Se intentó todo, pero el Valencia defendió bien y González, el portero, estaba muy inspirado. Se probó suerte con las supersticiones, algo muy gallego. Detrás de las porterías lanzaron cabezas de ajos.

No tardó ni un año en llegar la revancha, en la final del agua.

Cayó el diluvio universal en Madrid. Esa lluvia nos sonrió porque el Valencia estaba fuerte tras el empate. A los tres días se volvió a jugar y Alfredo marcó y nos dio la Copa.

El Dépor le pudo dar los mejores años de su carrera

Pasé buenos años con el Valencia y mantuve un buen feeling con la afición. Roberto Gil, secretario técnico, creyó que con 25 años no iba a dar más de sí y me vendieron. Riazor me dio la oportunidad de demostrar que era un jugador válido para cualquier equipo de Primera. Viví la transformación del Deportivo, gané dos títulos y fui dos veces internacional.

¿Qué hizo posible el milagro del Deportivo?

Pues al principio se decía que éramos un equipo de retales. Y era cierto. A mi me descartaron del Valencia, a Aldana del Real Madrid, a López Rekarte del Barcelona, Ramón tampoco jugaba en el Sevilla... A nosotros se unieron canteranos como Fran y dos fichajes decisivos: Mauro Silva y Bebeto.

El Deportivo os dio la oportunidad de decir: estabais equivocados, somos válidos..

Fue la ocasión de demostrar a mucha gente que nuestro sitio estaba en otros clubes. El mío podría haber sido el Valencia. Me fui del equipo en el que quise triunfar desde niño. Pero acabó siendo la mejor decisión, también te lo digo

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Se le nota una espina clavada.

Me molestó irme porque no iba a tener minutos y al final ese mismo año también acaba marchándose Leonardo, en la misma posición. Me perjudicó el hecho de ser un jugador de la casa, pero tampoco le doy más vueltas, a toro pasado. No me arrepiento de haberme ido, pero estoy convencido de que podría haber sido muy útil al equipo de mi tierra.

Voro también estaba en aquel equipo. ¿Cómo era la vida de dos valencianos en A Coruña?

Teníamos nuestras costumbres, éramos vecinos e hicimos muchos amigos gallegos. Hice mucha presión para que Voro fichase por el Deportivo. Le hablaba mucho a Arsenio de Voro, para convencerle de que lo fichasen. Era un gran jugador y un cielo como persona. Ya había pasado cinco años con él en Valencia y me hizo muy feliz que viniese. A Coruña para mí fue la primera vez que salía de casa y uno se nota raro. Pero los coruñeses me lo dieron todo y aquí sigo viviendo.

En Valencia le entrenaron Di Stéfano, Espárrago y Hiddink. Técnicos que dejan huella...

La persona más importante para mí fue don Alfredo Di Stéfano, que en paz descanse. Confió en mí, me dio la oportunidad de debutar en Primera. Verte con 20 añitos ante una leyenda como Di Stéfano, daba hasta un poco de miedo. No quería equivocarme para no molestarle o que se enfadase. Era temperamental pero sabía compensarlo bien con algo de cachondeo. He aprendido de todos, pero al que más le debo es a don Alfredo.

¿Más que a Arsenio Iglesias?

Antes también había aprendido mucho, pero mucho, de Espárrago y Hiddink. Pero Arsenio es quien me dio el empuje para tener continuidad y ser un futbolista importante en el fútbol. Me ayudó y no solo a la hora de jugar. Se interesaba por cómo estaba fuera del campo, me daba consejos de la vida en la ciudad, porque tenía 25 años y vivía solo...Se preocupaba más de mí como persona que como jugador, y eso es algo propio de un padre. Era más psicólogo que entrenador.