El Valencia de Marcelino comienza a parecerse a un reloj. Avanza segundo a segundo, poco a poco, sin querer acelerarse pero con una cadencia segura, constante, fiable. Las buenas sensaciones se confirmaron ayer en el campo de Martigny, contra el Sporting de Portugal, un contrincante de más calidad que el dócil Lausanne y que lleva más rodaje físico que los blanquinegros. Un 3-0 de ejecución inapelable, de nuevo con tantos de Orellana y Rodrigo, a los que se añadió con todo un golazo Nacho Gil, que acentuó el protagonismo canterano en esta concentración junto a la dirección de Eugeni, los puños valientes de Sivera y las incisivas entradas por banda de Nacho Vidal y Nando, éste último autor de las dos primeras asistencias. Queda un mundo, pero de momento nada desentona. El 4-4-2 entra en calor y, de momento, sin encajar un solo gol.

Dani Parejo ha encontrado en el mestallista Eugeni Valderrama, un excelente pelotero, su socio ideal en esta pretemporada. Su sincronización deshizo anoche, en el campo de una sola grada de Martigny, la abrumadora mayoría de aficionados del Sporting. Suiza tiene la mayor colonia portuguesa del mundo y el ambiente otorgó al partido un ritmo más trepidante que el que se presupone a un bolo de verano. Parejo y Eugeni encontraron vías de conexión con Nando y Orellana. El juego del Valencia fluía con sus primeros signos de automatismos, martilleados por Marcelino en los ensayos de circulación rápida en espacios cortos. Por la derecha Nando, acompañado de Nacho Vidal, inabordable en defensa, desbordaron a Coentrao y Mathieu.

Eugeni avisó con un disparo al poste, en el 10, antes del primer buen gol de Orellana en el 22, con asistencia de un hiperactivo Nando. El extremo canterano volvió a servir otro tanto en el 28, con un preciso envío al segundo palo a Rodrigo. Orellana y Rodrigo, dos jugadores con necesidad de reivindicarse, por distintas razones, repiten gol por segundo partido seguido. El Valencia cerraba filas con seguridad y Ezequiel Garay cortó todo el escaso peligro luso en la primera mitad.

Los seguidores valencianistas eran escasos pero se hicieron notar. Un medio centenar llegados desde la Peña de Ginebra, que aportaron un estridente altavoz del que retumbaban clásicos populares para contrarrestar los cánticos y botes de humo del rival. O Ramón Pedrosa, con movilidad reducida, que se cascó mil kilómetros en tren desde Bremen. Qué patrimonio incalculable es esta hinchada.

Marcelino, como era previsible, renovó por completo al equipo en la segunda mitad, tal como hizo en Lausanne. Esta vez sin Bakkali, que hace las maletas para Riazor. Su lugar en la banda izquierda fue ocupado por Rafa Mir. El atacante murciano se desenvolvía bien como extremo y creó llegadas, como la que envió excesivamente alto en el 65, buscando la escuadra contraria de Azbe Jug. El Valencia volvía a erigirse como dominador sobre su rival, también con todos los actores cambiados. Zaza parece peleado con el gol este verano y desaprovechó dos ocasiones claras antes de la sentencia . Una pequeña delicatessen de Nacho Gil. El canterano, con dos pasos de baile y un cañito, se deshizo de dos defensores portugueses y definió con maestría al palo largo.