También en un escenario al límite de las emociones y el reglamento, como el que planteó ayer el Alavés de De Biasi, sabe vencer este Valencia. El equipo de Marcelino va muy en serio, después de bajar al barro y pelear para lograr su sexta victoria consecutiva. Parece pronto, todavía, para pensar en aspiraciones mayores, sin haber llegado a noviembre. Pero lo que es innegable es que el conjunto blanquinegro se ha ganado el derecho a recuperar el respeto del campeonato. De nuevo con Simone Zaza y Rodrigo Moreno de goleadores, el Valencia venció en un campo en el que Barcelona y Madrid también aparcaron sutilezas para sufrir como bloques y conquistar los tres puntos.

Más de media hora tardó en salir el sol en Mendizorroza. En todos los sentidos. El Alavés podía presentarse con ocho derrotas en el zurrón, pero a su estadio se va a padecer. Esa actitud rebelde se adivina desde los ejercicios de calentamiento, con una megafonía guerrera a ritmo de Rosendo, SKA-P o AC/DC. O en un primer minuto de juego en el que Pereira y el capitán Rodrigo caían rodando por los suelos, y Wakaso recetaba un planchazo sobre Garay. El Alavés, fiel al ideario agonista de De Biasi, ganaba con motivación y colmillo casi todos los duelos individuales. Pero no todo se explicaba desde el poder intimidatorio del Glorioso. También había razones futbolísticas, con cada escapada en la que Pedraza desbordaba a Montoya y lanzaba pases de gol que desbarataban Garay o Neto. Las internadas del exlateral del Villarreal eran carnaza de Halloween. El portero brasileño apareció para desbaratar en dos tiempos un golpe franco de Munir, tan intermitente como acostumbra.

Sin poder amasar la posesión del balón, sin cerrar la grieta en la banda derecha, Carlos Soler no podía agarrar la batuta del juego por el centro, como sustituto de Parejo, y Guedes era un islote perdido por banda izquierda. Quedaba la opción del balón parado, poco aprovechado. Cada saque de esquina era un pequeño Vietnam, entre agarrones y manotazos. González González, imbuido del aroma británico de Mendizorroza, tardó en castigar la excesiva contundencia defensiva del Alavés, con saña especial sobre Guedes, hasta que llegaron las primeras tarjetas a Vigaray y Santos.

Pero el fútbol, el karma o la justicia poética se han aliado este año con el Valencia. Pereira, hasta ese momento intimidado por el escenario, entregó en el 34 un balón a Zaza, mal controlado en primera instancia por el delantero italiano, que sin embargo se sacó un latigazo que sorprendió a Pacheco. Nueve goles, siempre decisivos, lleva Simo en solo diez partidos.

La perspectiva de una segunda parte bajo control era incierta. Porque el Valencia no se ha especializado en cerrar los partidos, porque el Alavés no se rinde y porque en este estadio, el año pasado, ya se había desperdiciado la ventaja inicial de Carlos Soler, dejando en anécdota aquella celebración icónica, con el dedo apuntando al escudo. En el minuto 48 un viejo conocido, Alexis Ruano, cabeceaba de forma impetuosa un saque de esquina e igualaba el marcador.

Mendizorroza entraba en ebullición y el Alavés, todo corazón, se lanzaba a por el partido. Neto sacaba una estirada abajo para enviar a córner un zurdazo de Munir, y cada saque de esquina, festejado con un rugido, llevaba aparejado suspense. Con todo en contra, el Valencia volvió a asestar un golpe certero, con el claro penalti por manos de Rodrigo Ely al cabezazo en boca de gol de Rodrigo. El delantero hispano-brasileño recibió de Parejo no solo la herencia del brazalete, sino también la responsabilidad de disparar la pena máxima, ejecutada con frialdad. Los 200 aficionados valencianistas se hacían escuchar, superando por primera vez la ensordecedora presión de Mendizorroza.

El Alavés continuó jugando al con los dientes apretados, con un valiente Neto jugándose el tipo ante Santos. Marcelino refrescó al equipo defensivamente con la entrada de Lato y el mordiente de Santi Mina. El delantero gallego tuvo en sus botas la posibilidad del tercero, pero no llegó a tiempo al preciso pase de Rodrigo, que se había inventado un contragolpe. Los minutos finales tenían reservado el último arreón del Alavés, que el Valencia aguantó de pie, de nuevo victorioso.

Simone Zaza iguala la racha de Mundo y Diarte

El Valencia de Marcelino sigue retando a las estadísticas. Cada jornada que Zaza marca, iguala una efeméride con algún nombre glorioso del pasado. Ayer, al marcar por sexta jornada consecutiva, el delantero italiano igualó un registro que solo estaba en poder de Mundo Suárez y del «Lobo» Diarte. Además, ayer fue la primera vez en tres años que el Valencia logró vencer a pesar de no contar con la presencia de Parejo, sancionado.