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Centenario inminente

Centenario inminente

cumplir cien años no sirve en realidad para demasiadas cosas más allá de para darse un baño de autoestima (o de todo lo contrario, según el rumbo) y para tomar un poco de conciencia propia. Pero no transforma demasiado, no cambia un recorrido. Luego es un sigan, sigan, aquí no ha pasado nada. Para lo que sí sirve es para poder usar con tranquilidad fórmulas mercadotécnicas como «desde 1919». Hasta que una marca no cumple los cien debería estar vetado. Leo empresas ir de guays bajo el lema «desde 2002». Es inevitable pensar que si impostan la tradición qué no harán con el resto.

La fase previa a un centenario resulta mucho más productiva. Cómo vestir al santo, cómo preparar los fastos. Lo tengo claro: yo tomaría como modelo aquel fiestón en el Príncipe Felipe que sirvió para presentar, en noviembre de 2006, el por entonces Nou Mestalla.

Me fijaría en qué se preparó aquel día, qué modelo de club se proyectaba, cómo se actuó? y haría justo lo contrario a eso.

Debe ser una celebración natural y vital, un pellizco para percatarnos de que la vida, contra todo pronóstico, sigue, a pesar de la persistencia en no llegar a 2019. La desaparición bordeada. Unos cuantos bienintencionados continuaban fantaseando con la romantiquísima idea de la refundación. ¡Por favor!

Hace tan solo un año habría que haber dicho que el centenario nos llegaba en el peor momento y nos venía fatal. Ahora decimos otra cosa.

Porque la variabilidad acelerada de los hechos es lo más glorioso del fútbol.

Más allá de cómo siga el ritmo sobre los campos hay varios mitos confrontados por la realidad. Que el destarifo haya dejado de ser el método de gestión de los propietarios es un alivio. Igual que constatamos que tenían gran habilidad para propiciar el caos, también probamos que son capaces de auspiciar una gestión deportiva oportuna. Luego está lo del cuidado por la historia propia, dice la leyenda que abandonada tal que Valencia vive de espaldas al mar. Como sucede con la ciudad, donde lo reconfortante es darle palos y embarrarnos, del club se ha dicho que tiene poca autoconciencia, poca mirada histórica.

Voy a llevar la contraria: su nivel de memoria ha aumentado con fuerza, proporcionalmente inversa al el desastre futbolístico; asideros ante la desazón. Incluso tiene gente talentosa quien le escriba, preocupados por guarecer el legado. Quizá solo se trate, en el centenario, de reconciliarnos con nosotros mismos, de dar la espalda, aquí sí, a la narrativa creada por los otros. Dar voz. Es una de esas rarezas que provoca seguir a un club de fútbol: el Valencia es una propiedad muy privada bajo los efectos de una influencia colectiva. Fruto de esa colectividad han comenzado las aportaciones. El diseñador Pepe Dus esbozó esta semana una propuesta para la camiseta de 2019. Sobre el pecho la primera frase del acta de constitución. En la manga un parche dorado con el escudo y nombre primigenio: Valencia Foot-ball Club. En la parte trasera la rosa de los vientos con las coordenadas exactas donde se ubicaba el Bar Torino.

Para eso debe servir un centenario inminente: el reencuentro con las coordenadas, el delicado encuentro entre la latitud de ambicionar lo que parece complicado y la longitud de no perder la cabeza por el camino.

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