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Análisis

Los árbitros no tienen manía al Valencia

El club de Mestalla debería frenar la ola victimista y recuperar las esencias que le llevaron a firmar una gran primera vuelta

Los árbitros no tienen manía al Valencia

A veces debe gritarse lo obvio para huir de la ola de victimismo que inunda al entorno del club de Mestalla: los árbitros no le tienen manía al Valencia.

Desde el vestuario de Mestalla se lanzaron en las últimas semanas dos mensajes profundamente dañinos: 1) el Valencia está siendo perjudicado por las actuaciones arbitrales desde el gol no concedido a Messi, el pasado 26 de noviembre, después de que Iglesias Villanueva no viera cómo ese disparo del argentino había entrado en la portería de Neto; y 2) el técnico, Marcelino García Toral, se siente «vigilado» por los árbitros tras su expulsión por protestar el pasado 19 de noviembre en Cornellà.

La primera idea es descabellada. No ha habido ningún cónclave arbitral para determinar compensar con decisiones perjudiciales al VCF después de haberlo beneficiado en la acción de Messi. Y la segunda hay que contextualizarla. A Marcelino no se le permite protestar vehementemente como sí se les concede a otros técnicos (Simeone), pero eso es algo que un entrenador debe aprender a manejar si quiere seguir protestando. El respeto se gana.

En este sentido, resulta hiriente ver al Valencia como el equipo con más tarjetas amarillas de la Liga (69), superando a otros conjuntos mucho más agresivos como el Getafe (67), el Leganés (67) o el Girona (65). Sobre todo porque estos dos primeros conjuntos cometen muchísimas faltas más que el de Marcelino. Pero eso también es materia de autocrítica.

Los jugadores del VCF no saben hacer faltas, no saben protestar o las dos cosas a la vez. En una entrevista en este periódico a Pablo Fornals, mediocampista del Villarreal, confesaba admirar a Gabi y a Koke, del Atlético, por su facilidad para cometer infracciones sin ser apercibidos.

Tampoco es de recibo que Parejo, uno de los futbolistas más técnicos del campeonato, sea el más amonestado de la Liga (10 tarjetas amarillas), habiéndose perdido ya dos partidos al cumplir el ciclo de amonestaciones. Damián Suárez, el defensa uruguayo del Getafe que frió a patadas y codazos a los valencianistas, solo ha recibido ocho amarillas.

El joven equipo de Marcelino peca de ingenuidad en muchos aspectos y uno de ellos es su relación con los árbitros. El trato con ellos también se llama oficio. Y ayudaría que desde el vestuario no se enviaran recados que sirvieran de coartada a los jugadores cuando les falla el fútbol.

El sábado pasado, en el estadio de Gran Canaria, el VCF careció de consistencia ante el colista Las Palmas además de pagar cara la cólera de Paulista. Con uno menos, el Valencia podía haber jugado muchísimo mejor. Le faltó juntarse y tranquilizarse.

En esta semana decisiva que ahora comienza, mañana miércoles en la Copa frente al Alavés en Mendizorroza y el sábado en Mestalla frente al Real Madrid, el Valencia debe recuperar la inteligencia en el juego de Parejo, el espíritu combativo de Zaza y el poder intimidatorio de Guedes. La vuelta de Carlos Soler también supone redescubrir la inocencia de las primeras jornadas.

Voro sí supo tratar a los árbitros

Durante sus 11 años como delegado del Valencia, Salvador González, Voro, tejió una magnífica relación con los árbitros e incluso una corriente de simpatía arbitral hacia Mestalla. Los trató con respeto y naturalidad, sin peloteos. Es un ejemplo. Hay que desterrar las teorías conspiratorias y centrarse en el balón.

Marcelino ha sabido gestionar a la perfección la escasez de una plantilla muy corta en la primera vuelta. Ahora debe manejar un mayor potencial con Coquelin y Vietto. Lograr que todos se sientan importantes y elegir a los mejores en cada caso. Eso está en juego en el Valencia. Nada menos.

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