El Valencia ha cumplido con la máxima que Luis Aragonés exigía a los equipos ganadores: llegar a los últimos diez partidos en la mejor forma posible. A falta de once jornadas para el final de campeonato, y con once puntos de diferencia sobre el siguiente clasificaco, se puede decir que el proyecto de Marcelino García Toral ha alcanzado la plenitud, el equilibrio perfecto entre ataque y defensa. La identidad del conjunto de Mestalla queda perfilada, de cara a la temporada venidera en la que, salvo sorpresa mayúscula, se tendrá que afrontar el salto cualitativo de participar en la Liga de Campeones.
La temporada del Valencia se podría dividir en tres etapas. En la primera de ellas, con la racha de ocho victorias consecutivas, el equipo de Marcelino destacaba por la exuberancia a nivel ofensivo, con el gran estado de forma de los jugadores de ataque, especialmente Guedes, Zaza y Rodrigo. Por contra, era un equipo que concedía excesivas ocasiones a sus rivales y que encajaba una suma elevada de goles que no tuvieron trascendencia clasificatoria por la fantástica puntería de cara a puerta. Cada tres tiros entre palos, uno era gol. Eran los encuentros agitados contra la Real Sociedad (2-3), Athletic Club (3-2) y Betis (3-6). En ese tramo de triunfos, ante Sevilla (4-0), Málaga (5-0), Espanyol (0-2) y Leganés (3-0) se dejó la portería a cero.
Algo cambió en la derrota en Getafe, la primera de toda la temporada (1-0), en la que se contó con superioridad numérica durante una hora. Se iniciaba en diciembre y enero una etapa caracterizada por una menor frescura atacante, motivada por las lesiones de Guedes y Soler, manantiales de asistencias durante toda la primera vuelta. Además, pese a tener más asentado el dispositivo defensivo, el acierto del rival aumentó. La producción en ataque de Getafe, Eibar y Villarreal fue más bien escasa en los tres partidos en los que se llevaron el triunfo (1-0, 2-1 y 0-1). Con menos efectivos, jugadores acumulando minutos y un calendario apretado con las eliminatorias finales de Copa del Rey, donde se alcanzaron las semifinales, el Valencia perdió hasta seis partidos seguidos. Se chutaba poco y se necesitaba menos para recibir goles.
El regreso a un calendario liberado entre semana y la recuperación de lesionados ha refrescado las piernas y las ideas de los valencianistas. Después de las tres victorias ajustadas ante Levante UD, Málaga y Real Sociedad, ante contrincantes cualificados como Betis y Sevilla, el Valencia ha alcanzado su culminación, contundente en las dos áreas, sin encajar goles y con liderazgos muy definidos. Neto, Garay, Murillo, Paulista y Gayà han solidificado la defensa. Coquelin ha potenciado una medular en la que Parejo y sobre todo Kondogbia están en su mejor nivel. Y en ataque, Rodrigo ha recuperado la inspiración de la primera vuelta y han aparecido nuevos valores canteranos, como Ferran Torres.
La candidatura del Valencia para la Liga de Campeones gana merecimientos por la regularidad manifestada por el equipo,a pesar de haber atravesado rachas dispares. El equipo valencianista lleva 22 jornadas seguidas en posiciones de Liga de Campeones. Desde la jornada 5, cuando derrotó al Málaga, no ha bajado de la cuarta posición. En ocho de ellas se mantuvo segundo, y aún tiene opciones de desbancar al Madrid.
