No eran ni las siete de la mañana y la paza de la Virgen ya estaba medio llena. Por Navellos desembocaban grupos feligreses llegados a pie de otros pueblos cercanos, cruzándose con turistas madrugadores y algún fiestero que se retiraba de la parranda. En las terrazas de los bares los peregrinos recuperaban fuerzas con el café y cerca de la Basílica un camión vaciaba sillas de plástico a toda velocidad.

"Vengo a pedirle a la Virgen por mi madre, que está malita. El año pasado vine por la hija de una amiga", comentaba Adela Gutiérrez quien había partido de Alaquàs sobre las cinco de la mañana junto a otras dos personas. Como ella, miles de personas colapsaron el Cap i Casal, como se viene haciendo desde hace un siglo, cuando por primera vez se realizó este traslado. No era éste el único aniversario a celebrar ayer, puesto que también se cumplieron cincuenta años del patronazgo de la Virgen.En esta ocasión, el traslado duró en total unos 40 minutos, lo que lo sitúa como uno de los más largos hasta hoy.

La Missa d'Infants comenzó una vez llegaron los invitados y autoridades al espacio habilitado frente al altar. Estuvieron presentes el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, así como la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá; quienes fueron los únicos políticos que recibieron aplausos por parte del público. También acudió gran parte de la corporación municipal y del Consell, además de las falleras mayores de Valencia. Por parte del PSPV estuvieron presentes Carmen Alborch y Rafa Rubio, y destacó la ausencia por motivos de agenda de su secretario general, Jorge Alarte. También llegó un po?co tarde el secretario general del Bloc, Enric Morera.

El nuncio del Papa en España, Renzo Fratini, fue el encargado de realizar la eucaristía en la que trasladó el pésame de Benedicto XVI por el reciente fallecimiento del que fue arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco. Tras el Himno de la Comunitat y España, nada más terminó el acto y las autoridades se levantaron de sus sillas, una multitud se lanzó a empujón y codazo limpio para hacerse un hueco encima del escenario para esperar la salida de la Mare de Déu. Fue entonces, tras la retirada de sillas y vallas, cuando la plaza se convirtió en un remolino de gente, que tragaba a aquellos a quienes no pusieran ímpetu por resistirse.

La plaza estalla de emoción

Llegadas las 10.30 horas salió la imagen por la puerta de la Basílica y los primero devotos empezaron a lanzarse desde la tarima, volando por encima de la gente con el único objetivo de tocar el manto. La Virgen empezó a moverse entre la masa apelotonada, reculando, inclinándose, a punto de caer. Al paso de la imagen se alzaban algunos recitándole poesías, o gritándole "visca la Mare de Déu", "bonica" o "visca la mare de tots el valencians". Pero sin duda el momento en el que la plaza estallaba aplaudir con más emoción era aquel en el que un niño iba deslizándose hasta la Virgen para tocar su manto, o cuando un bebé iba de mano en mano hasta llegar a la patrona.

Como consecuencia de la masificación, Cruz Roja atendió a 50 personas, la mayoría por golpes de calor, lipotimias, aunque también se registró alguna crisis de ansiedad.

La Catedral, un hervidero de gente

Como es tradición, la Mare de Déu siguió por la calle Micalet en dirección a la puerta principal de la Catedral. El interior del templo era un hervidero, y no en sentido figurado. Era tal la cantidad de gente que el calor se hacía notar.

El altar no se percibía, en su lugar se había conformado una montaña de gente que la esperaba. "Ya se le ve toda la corona", decía una mujer que la atisbaba entrando por la puerta. La Virgen fue pasando de espaldas y entre vítores fue colocada en su en el altar.

Fue entonces cuando la gente empezó a acercarse en masa y se repitieron los momentos de devoción desbocada. Quienes custodiaban la imagen recogían los pañuelos y prendas que tiraban los presentes para que fueran frotadas en el manto. Una media hora duró esta estampa hasta que comenzó la misa después de que el el canónigo conservador de la catedral, Jaime Sancho, insistiera a los fieles en numerosas ocasiones que abandonaran el altar. La gente hizo así caso omiso a la petición de la camarera de la Virgen, Maria Ángeles Serrano, que recogió el sábado este diario en la que solicitaba que no se manoseara el manto ni se acercase a niños.

Durante la misa, el arzobispo de Valencia, Carlos Osoro destacó que "desde que estoy aquí, siempre he pensado que separar a un valencianos de la virgen María es deshacer su identidad, no se le conoce, no se sabe de dónde es".

Largas caminatas para pedir ayuda a la Geperudeta o cumplir una promesa

"Tanto el año pasado como éste venimos todos por una promesa, por un amigo que nos dijo en el casal fallero que un año íbamos a venir a ver a la Mare de Déu. Él nos dejó y no lo pudo hacer, así que venimos y seguiremos viniendo por él." Éste era el motivo por el que Amparo Aranaz y unos amigos de Benissanó llevaban caminando desde las 23.30 horas para poder ver a la Geperudeta en persona. Durante la noche, en las carreteras que llegan hasta Valencia se podían ver hileras de personas con chalecos reflectantes, continuando un ritual muy arraigado en los pueblos. Apoyado en la fuente de la plaza de la Virgen se encontraba Antonio Carrión, un ciudadano de Ecuador que aseguraba sentir devoción por la patrona de los valencianos. Había partido sobre las 4.15 desde Meliana. Decía que iba a pedir "salud, trabajo y que mejore la situación del país". Con una silla plegable cruzada sobre el pecho, Victoria Francés de Manises recordaba que "llevo viniendo más de 20 años". "Éste es un día de mucha emoción, en el que la gente puede estar más cerca de la Virgen". j. v. p. valencia