La comisión de Guillem Sorolla-Recaredo escenificó en las pasadas fiestas su defunción. Su imposibilidad para sobrevivir teniendo en cuenta su reducido número de falleros. De hecho, la celebración, que coincidía con el 125 aniversario, se convirtió en un ejercicio de despedida.

El observador de la actualidad fallera en los últimos años recordará que otras comisiones que habían anunciado su disolución siguen vivas y coleando. Que se ha obrado el pequeño gran milagro. Pasó en Explorador Andrés-Jalance, pasó en Matías Perelló-Luis Santángel? y también pasó en Guillem Sorolla-Recaredo.

El pasado fin de semana se celebró el acto de proclamación de su fallera mayor. La primera que tienen en los últimos seis años: Mapi Chust Jordán. Un acto que sirvió para demostrar in situ que el número de falleros ha aumentado espectacularmente. Cifras en la mano, de los 38 del ejercicio anterior a 62 en el actual, una cifra que no es para tirar cohetes, pero que sí que puede garantizar la continuidad.

El presidente, Manuel Reyes Franco, reconoce que la clave ha sido la concienciación general. «La mayoría de los que se han incorporado son antiguos falleros que, viendo que íbamos a cerrar, han decidido volver».

Imposible marcharse a otra

¿No sería más fácil complicarse menos la existencia, cerrar e integrarse en cualquiera de las fallas vecinas? Pocas cosas en la fiesta fallera son tan sagradas como la territorialidad. «Yo ya dije que si la falla se disolvía, dejaba de ser fallero. Yo he sido fallero toda la vida ahí. Mis padres se habían criado en la calle Recaredo. Aunque tengas comisiones al lado y conozcas a la gente, no es «tu» falla. Nunca serían las mismas sensaciones».

A todo esto, una incorporación de falleros que son casi los mismos que había antes puede suscitar problemas de convivencia. Prueba superada. «Ningún problema. Cada vez hay más gente en las reuniones. La entrada de gente nueva se ha llevado sin problemas». La comisión incluso ha albergado un acto oficial de la Junta Central Fallera: la fase de sector del campeonato de truc. También han organizado un maratón del juego de naipes «y este fin de semana, por ejemplo, hay halloween».

La existencia de fallera mayor es también toda una novedad. Mapi Chust se ha atrevido después de tres años en la comisión. «Celebraremos exaltación. Este año, desde luego, es muy especial».

Ser fallero cuesta 310 euros (240 si es fallera), doscientos euros los jóvenes, cien los niños y 70 los menores de cuatro años. No es especialmente barata, pero las hay bastante más caras. La supervivencia también se debe a la colaboración. El artista Ángel Tarín ha regalado las fallas, que ya no son las más baratas del censo «y nos han rebajado cien euros el alquiler del casal, que es la partida más cara». En definitiva, detalles que hacen la vida más llevadera. «Ahora mismo, tenemos garantizado el futuro. Y la verdad es que nuestro anuncio de disolución iba en serio. Ha sido una cuestión de conciencia colectiva y estamos encantados».