La construcción en el siglo XV de una nueva lonja que diera cabida a la pujante actividad comercial de los mercaderes valencianos fue una obra magna y muy respaldada. Así lo explican el catedrático de Historia del Arte Joaquín Bérchez y Mercedes Gómez-Ferrer en el libro de reciente publicación «Lonja de Valencia. Patrimonio de la Humanidad». La construcción de la Lonja, coetánea del Miguelete y del convento de la Trinidad,entre otros monumentos, «fue asumida con ilusión porque se pensó que daría honor y maginificencia a la ciudad».

El siglo XV destacó por la renovación de la arquitectura en la que sobresalieron los nombres de Antonio Dalmau, Baldomar, Biulaygua y, por supuesto, Pere Compte, maestro de obras de la Lonja.

En 1469 los jurados de la ciudad parecían decididos a no hacer más reparaciones en la antigua lonja. El 9 de diciembre de 1480 se compró un conjunto de casas que ocupaban una extensa manzana y un mes después se resolvió que los maestros de obras serían Pere Compte, un reputado cantero, y un desconocido Joan Yvarra.

En los primeros años, los preparativos de derribo de casas, adecuación de terrenos, desvío del foso que discurría reconvertido en alcantarilla por el solar corrieron a cargo de Biulaygua.

Como fecha simbólica del comienzo de las obras consta el 5 de febrero de 1483. Los muros de la sala de contratación y la torre fueron los primeros en levantarse. La capilla, en cuyo diseño se contó con la colaboración de Juan Guas, el maestro de obras del rey, fue la primera en acabarse en marzo de 1486. La bóveda de la capilla de la la torre destaca por su pecualiar diseño de nueve claves que se adornan con los escudos de la ciudad y ángeles músicos. La clave central muestra a la virgen de la Misecordia acogiendo a los jurados bajo su manto.

El 5 de noviembre de 1486 fallece Yvarra y a partir de entonces las obras las dirige en exclusiva Pere Compte quien se pone al frente de un numeroso grupo de canteros de las más variadas procedencias.

A partir de noviembre de 1492 comienza la elevación de las ocho columnas entorchadas que sustentarían las bóvedas de la sala de contratación. Las bóvedas se cerraron definitivamtne en febrero de 1498. A partir de ahí comienza la decoración del interior tanto en las bóvedas, a modo de cúpula estrellada, como en las paredes que se decoran con una leyenda que alude al buen comercio.

En 1498 la torre y la sala de contratación estaban terminadas. Pasaría un tiempo, hasta diciembre de 1499 cuando se decide acometer los trabajos del «Consolat del Mar». Las diferentes obras que por entonces comenzaron en la ciudad „Atarazanas, Almudín, Esudi General„ ralentizaron los trabajos en la Lonja.

Tras el fallecimiento de Pere Compte, en 1506 Joan Corbera toma el relevo en la dirección de las obras, que quedaron paralizadas durante la Guerra de las Germanías. Se retomaron en 1529 y hasta 1533 se realiza un considerable esfuerzo en el huerto con la construcción de una acequia que llevara el agua y la fuente central. En 1534 las obras de la Lonja están acabadas.

La Lonja se mantuvo sin grandes alteraciones hasta el siglo XVIII cuando se plantearon algunas propuestas de transformación muy agresivas con el objeto de convertirla en un acuartelamiento militar. En 1707 la Lonja se convierte en cuerpo de guardia y cuartel de infantería. En 1724, se propone una intervención más definitiva para mejorar el espacio cuartelario a cargo del ingeniero Antonio Montaigu de la Perillé. Los jurados de la ciudad se opusieron. En 1749 la lonja sobrevivió a otra propuesta de trasnformación aún más rotunda del ingeniero militar Carlos Desnacux que desfiguraba por completo el edificio. Finalmente los militares se conformaron con la adecuación de algunos espacios en el huerto y los jardines.

Deterioro y recuperación

A partir de entonces se inicia un proceso de deterioro de la Lonja debido a los usos a que fue sometida. A lo largo del siglo XIX se celebraron bailes de máscaras, fiestas y una exposición industrial en el huerto. Se acabarían perdiendo las tracerías de las ventanas de las fachadas y una gran parte de las del cuerpo del consulado, así como el grupo escultórico de la Anunciación de la portada.

A finales del siglo XIX empiezan las reparaciones y mejoras en el edificio. A partir de 1890 y hasta 1897 se crea una comisión para la restauración de la Lonja. Se decide el refuerzo de la cubierta del salón columnario y la reconstrucción de las tracerías de los ventanales a partir de los detalles que se conservaban de la primitiva traza y siguiendo los dibujos del escultor José Aixa y de Ramón María Ximénez. Los dibujos de este último también se utilizaron para restaurar la puerta de acceso a la escalera de caracol que estaba dañada y había perdido las figuras, entre ellas, «la de un hombre desnudo que asemeja espacaparse con una bolsa en la mano y otro que parece perseguirle» que desbribió José María Zacarés en 1847. También se sustituyó el escudo otorgado por Carlos III en 1777 sobre la portada principal que , a su vez suplía a la Anunciación, por una imagen de la Virgen y el niño, invención de Aixa.

Terminar la torre

A finales del siglo XIX, se acometió uno de los proyectos de mayor envergadura y que más alteró la fisonomía del edificio, la elevación y remate de la torre con almenas y gárgolas ejecutada por el arquitecto municipal Antonio Ferrer. Aixa continuó trabajando en trabajos escultóricos, sustituyendo algunas gárgolas y reforzando los arcos y pilares del sótano del Consulado cuya cubierta ya se encontraba en mal estado en 1876. Su reparación no se produjo hasta 1920-23 cuando se instaló el artesonado de la sala dorada de la Casa de la Cidad.

Posteriormente, se han seguido haciendo intervenciones de restauración y mantenimiento en la Lonja, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1996.