Hay quienes querrían que las cenas no acabasen nunca, pero el apagado de las farolas, a eso de la una de la madrugada les corta la fiesta. «Nosotros nos quedaríamos aquí hasta que el cuerpo aguante pero como el ayuntamiento nos apaga la luz a partir de la una pues toca irse a casa», cuenta Javier. No es el único que lo piensa, ya que la principal queja de los más jóvenes y trasnochadores es precisamente esa. «No se ve nada y entonces, claro, nos volvemos a casa», explica Roberto, otro de los valencianos que se animan a hacer del paseo de la Malva-rosa su comedor.