. Nos referimos a José María Haro Salvador, magistrado del Trabajo que nació en Cheste el año 1904 „hace un siglo y once años„ y que falleció prematuramente en Valencia el año en 1965, a los sesenta y un años de edad.

Trasladado a Valencia, estudió Magisterio y Derecho, tras haber cursado el bachillerato en el colegio de los Maristas, de cuya asociación de antiguos alumnos fue posteriormente presidente.

Realizó las oposiciones a judicatura, siendo destinado a la Magistratura del Trabajo, de cuyo decanato fue titular en los locales que entonces ocupaba este tribunal en la calle de Garrigues. En su juventud, ya fue presidente de la Asociación Valenciana de Estudiantes Católicos, aunque a lo largo de su vida presidió también la Junta Provincial de Primera Enseñanza, dirigió el Patronato de Educación del Arzobispado y fue secretario nacional de las Jóvenes de Acción Católica. Su vocación religiosa como seglar fue patente en todas esas actividades, y fue también colaborador de prensa en los periódicos El Debate y Diario de Valencia.

Todo ese historial profesional y asociativo es muestra de su quehacer religioso; pero quienes le conocimos en sus últimos años profesionales comprendimos siempre que la doctrina de Cristo para ayuda de los demás era una directriz en su vida; y se advertía en su quehacer que, sin faltar a una o a otra, sabía que la Justicia y la Caridad deben ser compatibles, con lo que en sus decisiones sabía encontrar el justo medio y, sobre todo, tenía siempre una palabra de aliento para quien por alguna decisión pudiera ver mermadas sus posibilidades. Más aún: testigos ya desaparecidos dieron fe de que en ocasiones ayudaba económicamente a quien, en buena Justicia, había resultado perjudicado por una justa resolución judicial suya.

Quien esto escribe aún le recuerda, con la toga puesta, conversar tras un juicio con los litigantes, para orientarles en su porvenir, sin con ello mancillar la resolución justa que hubo de tomar conforme a la ley. Emociona a cualquier valenciano „ya veterano„ ver cómo se está estudiando a un hombre que conocimos, y cómo están siendo valoradas sus virtudes para su elevación a los altares. Para proclamarle santo. Decimos proclamarle; porque «santo ya era».