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Jesús Martínez Guerricabeitia

Jesús Martínez Guerricabeitia

En anteriores artículos he hecho referencia a relevantes protagonistas de nuestra historia a los que no tuve la suerte de conocer personalmente. Al protagonista de hoy sí que lo conocí, y es por ello, tal vez, por lo que me resulta especialmente complicado dedicarle estas líneas.

Aunque siempre nos decimos a nosotr@s mismo que es ley de vida, cuando la muerte alcanza a una persona que conocemos siempre produce un gran impacto. Es lo que me ocurrió al conocer a principios de esta semana el fallecimiento de Jesús Martínez Guerricabeitia, persona a la que tuve el honor de conocer al principio de mi militancia en el Partido Comunista. Fue allá por el año 1992, en la Fundación de Investigaciones Marxistas del País Valenciano, presidida en aquel momento por otro gran intelectual, Amando García, y en la que yo empezaba a colaborar conjuntamente con otr@s amig@s comunes como Manolo Amat o Lola Chelos.

Desde el principio, la arrolladora personalidad de Jesús no dejaba indiferente, no sólo por sus amplios conocimientos del marxismo, o el inacabable relato de su vida y actividad política bajo la dictadura y en los primeros años de democracia, sino también, porque aportaba una ligazón siempre fundamental pero mil veces olvidada: la batalla por la cultura y el concepto de hegemonía como elementos centrales de cualquier dialéctica política transformadora que se precie.

Recuerdo, ahora con emoción, las veces que lo visité en su domicilio, que en aquel momento era un gigantesco museo y una biblioteca que se extendía hasta la misma cocina, y que demostraba la enorme cultura de Jesús y su afán por adquirir todo aquello que, además, denunciaba la injusticia innata al capitalismo, que luchó incansablemente por superar al lado del PCE. Aunque siempre se le conoció como coleccionista y mecenas de la cultura, para mí en aquellas horas en las que conversábamos de prácticamente todo, Jesús era ante todo un enamorado de la cultura, y sobretodo de aquella que, como escribió Gabriel Celaya, toma partido hasta mancharse.

Su concepción pública de la cultura para que estuviera al alcance de l@s trabajador@s, fue lo que le llevó a donar a dos instituciones públicas sus colecciones. Así, a finales de los años 90, la colección de arte fue donada a la Universitat de València, creándose un patronato con su nombre dedicado a la difusión de la pintura contemporánea. Unos años más tarde, su colección literaria de 23.000 volúmenes fue donada a la Biblioteca Valenciana. Su legado ha sido y es, por tanto, imprescindible, como demuestra la colaboración del Patronato a su nombre en la reciente exposición, «Colectivos artísticos en València bajo el franquismo» en el IVAM, aún en cartel y que es un buena oportunidad para ver elementos de su colección. Pero una ciudad tantos años desmemoriada y desagradecida como la nuestra no puede quedarse sólo en una nota de duelo. Creo a que personas como Jesús se les debe un reconocimiento permanente, y su nombramiento como hijo adoptivo de la ciudad a titulo póstumo sería, sin duda, una prueba de que los tiempos de la falsa equidistancia han pasado.

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