Hoy, 28 de diciembre, día de los Inocentes en conmemoración de los niños que mandó matar Herodes para intentar que cayera también «el Rey de los Judíos», era tradicional en España gastar broma, engañar a los parientes o amigos para, cuando éstos descubrían el engaño, gritarles sonriendo: «¡Inocente, inocente!».

Había algunas de estas bromas que resultaban populares y se repetían a menudo. Era frecuente decirle a uno: «Si vas a la Plaza de la Reina, verás que todos suman, entre orejas y nariz, lo mismo que los días tiene el año». Cuando el «inocente» iba a buscar al bromista, éste le aclaraba: «¿Cómo que no? Entre orejas y nariz suman tres, que son los días que le quedan a este año».

Pero las bromas y los engaños eran frecuentes, e incluso recordamos que, hace décadas, los periódicos solían bromear con sus lectores publicando noticias sorprendentes que en la edición siguiente desmentían explicando que se trataba de una inocentada. Pero, por no perder la confianza de los lectores, esa costumbre desapareció hace ya bastantes años.

Pero vamos a recordar una auténtica noticia televisiva que, mucho tiempo después, nos pareció una «inocentada»; y no fue tal. Sobre las siete de la tarde del 28 de diciembre de 1993, en la pequeña pantalla interrumpieron el programa y nos anunciaron que «el Banco de España había intervenido el Banco Español de Crédito, Banesto», que entonces presidía Mario Conde. Quienes, en plena merienda, oímos la noticia, nos reímos a carcajadas, pues pensamos que, efectivamente, se trataba de una «inocentada». Pero a la mañana siguiente se pudo comprobar que la intervención había sido efectiva y que trajo consecuencias que tuvieron gran repercusión mucho tiempo después.

Y hay otra anécdota „ésta, real„ en torno a la fecha de los Santos Inocentes. Hace tres semanas, celebramos el Día de la Constitución, el 6 de diciembre, que fue la fecha en que la comisión que presidía el jurista valenciano Emilio Attard Alonso terminó de redactar los artículos de la Carta Magna. Pero circuló un rumor de que, sobre las once de la noche de ese día del año 1978, el citado presidente pidió a los miembros de la comisión que retrasaran dos horas los relojes. Y hora y pico después, se concluía el texto constitucional.

Aquel adelanto de los relojes pareció «una tontería», pues ¿qué más daba aprobar a los once o las doce y pico de la noche?

El propio Attrad nos lo confirmó después lo que ya se había insinuado en algunos comentarios. En su casa de Santa Bárbara, en Rocafort nos explicó lo del adelanto de los relojes. Nos dijo riendo, poco más o menos, lo siguiente: «Es que la Constitución se ha de aprobar oficialmente tres semanas, veintiún días, después, de la conclusión del texto. Si la hubiéramos terminado el 7 de diciembre, la publicación se hubiera efectuado el día 28; y como la de Cádiz, por haber tenido efecto el día de San José, es conocida como 'La Pepa', no quise que a ésta se le aplicara 'La Inocente'». Eso aclaraba la anécdota.