Los alcorques son los pequeños espacios de tierra que se dejan en aceras y zonas duras de los parques urbanos para albergar árboles. Y aunque los alcornoques son la especie de cuya corteza se extrae el corcho, son también, según la RAE, personas ignorantes y zafias. Pues los vecinos de Lavapiés (Madrid) realizaron el pasado mes de abril, con La Casa Encendida y Humus Revolution, un taller infantil que relaciona ambas expresiones al promover el cuidado de los alcorques del barrio entre autoridades y vecinos, y el rechazo al comportamiento de los/as alcornoques que los ensucian con todo tipo de porquerías.

La acción vecinal de Lavapiés forma parte de un poco publicitado pero vivo proceso de participación ciudadana en la protección y embellecimiento de los alcorques con yerbas buenas y malas absorben que CO2, esponjan el suelo y enriquecen la biodiversidad urbana; proceso que viene dándose en barrios de grandes urbes como Nueva York, París o Santiago de Chile y cuenta con estimulantes antecedentes en calles y plazas de países centroeuropeos. El camino en Valencia se inicia en 2012 con siembras experimentales en algunas calles del Jardín de Viveros por un grupo de investigación de la Universitat Politècnica de València (UPV) liderado por Rafael Laborda. Los resultados fueron presentados en el XVI Congreso Nacional de Arboricultura realizado en 2014 y se están aplicando en un proyecto en curso con 500 alcorques del barrio La Trinidad aledaño a Viveros, denominado «Sembrant diversitat», con la participación de estudiantes de l´Escola Vicent Ventura de CCOO dirigidos por la profesora María José Marín; del mencionado grupo UPV y del Servicio de Jardinería del Ayuntamiento de Valencia que preside Pilar Soriano. Este Servicio tendrá un cálculo de los alcorques que hay en toda la ciudad; así como el porcentaje de alcorques habitados (con árboles), vacíos u «okupados»... entre los vacíos están los de la calle del Actor Llorens, cuyos vecinos y vecinas han solicitado al alcalde Joan Ribó la reposición arbórea debidamente protegida.

Se trata de los 25 alcorques que hay en esta calle del Distrito del Marítim desde que, en 1994, fueran ampliadas las aceras. La calle tiene una longitud de 325 metros y la distancia media entre alcorques es de 24 metros. Esta distancia es irrelevante en los que están embebidos en las aceras, pero es clave para entender por qué subsisten sólo tres árboles (12%), justamente los ubicados al lado de garajes: Los alcorques están en salientes de las aceras y los árboles han muerto atropellados por los coches que aparcan a derecha e izquierda, se han secado (por rotura del sistema de riego por goteo) o han sido envenenados. Todo un arboricidio a manos de vulgares alcornoques.

Al calor del proyecto en La Trinidad; de la solicitud en Actor Llorens y de iniciativas en otros barrios como Natzaret o la Malva-rosa, cabe soñar con una Valencia en cuyas calles y plazas florezca una nueva cultura urbana de defensa del espacio público y el respeto a las personas, que pase por cuidar las zonas verdes, recoger la caca de los perros y rebajar el ruido de los botellones. La siembra local tendría proyección global: Si el área mínima de un alcorque es un metro cuadro y la ciudad tiene, por ejemplo, 150.000, el área total de árboles y plantas equivaldría a un Jardín de Viveros distribuido por toda la ciudad. Sería una bella, económica y rentable manera de colocar a Valencia en el mapamundi, con participación ciudadana, innovación social y emprendimiento colectivo. ¡Sí se puede!