Hace unas semanas apareció la noticia triste de la muerte en Valencia de Dolores Castellón Vargas, conocida artísticamente como «La Terremoto» y que había alcanzado su mayor popularidad con la canción Achilipú.

Esta familia, los Castellón Vargas, de raigambre gitana, vivió en Valencia hace más de ochenta años; matrimonio de vendedores ambulantes, nació su primer hijo, Enrique, en el año 1928, en su casa de la calle de Vivóns. Siendo muy niño, y en brazos de su madre, un día en el tranvía se acercó una señora a acariciar al pequeño, y le dijo: «¡Qué guapo! ¡Si parece un príncipe!» Y de ahí le vino después el nombre y el renombre artístico: El Príncipe Gitano.

Con este nombre, El Principe Gitano recorrió toda España, grabó decenas y decenas de discos, y sus numerosas canciones -el Obí-Obá ha quedado para siempre- llenaron los escenarios de todo el país, con él como cabecera de cartel.

Era de una extraordinaria generosidad. Aún le recordamos una noche que había actuado en el hoy desaparecido Teatro Apolo de la calle de Juan de Austria, y al salir por la puerta de atrás, el acceso a los camerinos, en la calle de Niños de San Vicente estaban esperándole unos pobretes, al parecer de su misma etnia, y fue repartiéndoles buena parte de los beneficios obtenidos en las sesiones de tarde y noche. No olvida el cronista que firma este texto que El Príncipe Gitano aceptó grabar un disco con la letra y música dedicadas a la Reina Sofía; la música era del compositor y actor también valenciano Rafael Ibáñez; y ello mereció el reconocimiento del Palacio de la Zarzuela.

El Príncipe Gitano vivió mucho tiempo en un pueblo, Perañes de Tajuña, hasta que se retiró del espectáculo y marchó a vivir a la capital. Hoy tendría ochenta y ocho años.

Su hermana Dolores, «La Terremoto», nació en 1936 en Barcelona, donde poco antes se había trasladado la familia, y allí empezó, a finales de los cincuenta y los sesenta su carrera en el folklore, que inicialmente la llevó a cabo en el cartel de su hermano, éste como cabecera.

Pero toda carrera tiene un final. Y hace veinte años «La Terremoto» volvió a vivir en la tierra donde había sentado plaza su familia. Y en el barrio de El Cristo estableció su residencia. Llevaba tiempo delicada y frecuentemente era atendida en el Hospital Provincial. Pero, recién cumplidos los ochenta, su salud cayó definitivamente y ha sido enterrada en la ciudad donde nació la familia, aunque ella vio la luz en Barcelona. Pero los Castellón-Vargas, aunque Valencia no les ha rendido el homenaje público que se merecerían, tenían sus raíces en Russafa.