El concejal de cultura festiva del ayuntamiento de Valencia, Pere Fuset, solicitará esta misma semana una reunión con el ministro de cultura, Íñigo Méndez de Vigo, para plantearle la necesidad de que el gobierno de España se involucre en el reforzamiento de las Fallas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Algo que incluirá la intención del ayuntamiento de realizar un nuevo Museo Fallero, incluyendo la posibilidad de llevar a cabo un traslado del mismo a un edificio especial, como es en este caso el Palacio de Correos. Una propuesta que, convenientemente depurada, ha recibido el beneplácito de los grupos políticos, conscientes que, para llevarla a cabo, es necesaria la voluntad del gobierno del estado como paso previo.

El edil se mostraba ayer a la vez ilusionado y escéptico. Porque, por una parte, no podía ocultar que la posibilidad es poco menos que inmejorable. «Soñar es gratis. No vamos a negar que el edificio de correos es la ubicación ideal para ese museo. Es una buena oportunidad, posiblemente la mejor, para el Ministerio de Cultura de demostrar su compromiso con un bien, las Fallas, que acaban de dar un salto cualitativo importante al ser declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad».

Pero, a la vez, aseguraba mostrarse «de primeras, escéptico. Sobre todo, si tenemos en cuenta el olvido sistemático de inversiones por parte del Estado en lo que significa Valencia».

La opción de Correos es una de las alternativas que están sobre la mesa para desatascar una situación incontestable: algo hay que hacer con el Museo Fallero, cuya capacidad está rebosada y sus contenidos, más que en entredicho. A la opción de quedarse donde está, reubicando las oficinas de la Junta Central Fallera se le contrapone encontrar un espacio singular. El edificio de la plaza municipal es una de las alternativas que están sobre la mesa. El edil, en cualquier caso, también quiere «conocer bien la viabilidad de un proyecto así. Como espacio tiene muchísimas cosas positivas. Eso es innegable. También habría que calcular los costes de mantenimiento. Lo que necesitamos, eso es seguro, es que con independencia de la inversión, necesitamos un lugar en el que haya una exposición de calidad, que permita al visitante tener una idea clara de la fiesta». Y apuntó para ello también la necesidad de «contar con criterios museísticos profesionales. Por supuesto, todos los protagonistas de la fiesta quieren estar dentro —en alusión a las intenciones mostradas en estas mismas páginas por diferentes agentes de la fiesta— pero tenemos que saber bien el cómo. El Museo Fallero de Gandia, por ejemplo, es, sencillamente, genial. Con unos criterios pedagógicos de primer nivel».

Por todo ello, Fuset señalaba «la necesidad de que el Estado se involucre y que demuestre que las Fallas es algo que realmente interesa. Para eso hace falta intención».

La candidatura era del país

Hay que recordar, en ese sentido, que la condición de Patrimonio de la Humanidad es un título que se consigue en representación de un estado. Son candidaturas de países, aunque las promuevan no ya unas instituciones regionales, sino los propios protagonistas del elemento cultural —hecho que se produjo en este casi y que lo valora mucho y bien la Unesco—. Y una vez conseguido, las partes adquieren el compromiso de proteger y fomentar. En ese marco, la actividad museística es una de las más valoradas.