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Los contrastes de la ciudad

La gran batalla de los colores y los ruidos

La plaza de Nou Moles es estos días todo un espectáculo visual gracias a su arbolado, pero el zumbido de Pérez Galdós casi arruina la experiencia

La gran batalla de los colores y los ruidos

nLa plaza de Nou Moles, que abraza la subestación eléctrica de aires modernistas construida en 1908, es un claro ejemplo del poder de los colores. De la fuerza que imprimen, ahora en pleno estallido de la primavera, los verdes de los abetos, naranjos y demás especies que pueblan el jardín de este lugar emblemático del barrio, en el que los rojos de los ciruelos ofrecen un dinamismo mágico a esta zona verde. En cambio, el ruido de fondo distorsiona el placer de sentarse en uno de los bancos de la plaza. Los 50.000 vehículos que cada día circular por Pérez Galdós convierten en un pequeño infierno diario el paseo por la zona.

Nou Moles debe su nombre a un gran molino de origen islámico y que se convirtió en el mayor de la huerta. Se ubicaba justo en la plaza que hoy comparten la subestación eléctrica y el jardín que ha dignificado la zona. Arrasado por un gran incendio en 1929, de aquel molino de la acequia de Favara no quedan más que fotografías antiguas, y se echa de menos que la zona verde homenajeara de alguna manera su glorioso pasado.

Quedan naranjos, cerezos, abetos y otros árboles de menor porte que estos días son todo un espectáculo visual. Además encontramos rosales y setos que delimitan el paseo. Un placer extrasensorial que se agiganta sentado en alguno de los bancos del jardín, como bien aprovechan numerosos vecinos de la zona. Una preciosa pérgola domina el espectáculo.

Pero en la plaza de Nou Moles es difícil concentrarse, al menos hasta que uno convierte el zumbido de los vehículos de Pérez Galdós en un molesto colchón sonoro. En los presupuestos participativos de este año se ha aprobado la partida necesaria para redactar el proyecto de pacificación de este gran eje de València, con ausencia total de arbolado y un túnel que es una de las vergüenzas de la ciudad. El ruido debe tener fecha de caducidad; la ciudadanía se ha ganado el descanso.

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