Martirio. Su aspecto de folklórica punk y su indiscutible duende irrumpieron en los años ochenta envolviendo la copla en posmodernidad e ironía. Maribel Quiñones (Huelva, 1954) convive con su icono desde hace 30 años, satisfecha de seguir su instinto en cada momento. Ahora, junto a su hijo, Raúl Rodríguez, rinde tributo a Chavela Vargas, una mujer apasionada, como ella. "He gozado y he sufrido mucho", confiesa.

Sigue fiel a sus extravagantes peinetas y su mirada oculta. La cantante que renovó la copla con letras como aquel ´Estoy mala´, sobre el ama de casa abrumada por su vida, experimentó como actriz en los noventa y ha seguido dibujando una trayectoria rica en sonidos (flamenco, boleros, jazz€) y colaboraciones. Su nuevo disco, ´De un mundo raro, Cantes por Chavela´, evoca a un personaje al que adora. "Una mujer libre, digna, con un aura especial". Martirio también desprende autenticidad y determinación. Dice que su familia le inyectó fuerza y autoestima. Su padre era "una persona potente, el hombre de la casa; amante del teatro, culto", y su madre, "alguien sensible, cantaba zarzuela maravillosamente". Les agradece haber sido educada - junto a su hermano - en el amor por el arte. Algo que puede limar diferencias desde niños. "Es bueno enamorarles en algo creativo, les acompañará siempre y les hará la vida más bella". En su caso, esa pasión ha calado en su hijo, antropólogo y guitarrista. "Un ser excepcional".

Piensa que hombres y mujeres son, sin duda, distintos. Y que se ha avanzado hacia la igualdad, pero queda mucho camino. Ella tiene esperanzas en lo que denomina "el hombre nuevo". "Un hombre fuerte, valiente, asertivo y sensible que entiende que teniendo a su lado a una mujer inteligente y capaz de buscarse la vida de igual a igual él también sale ganando. La relación es más sana y no hay lugar para el mal trato. También la mujer debe evitar ciertos atavismos. Es cuestión de educación". Como ejemplo de ese hombre nuevo, avanzado en su época, cita a su admirado José Luis Sampedro - que prologó su libro autobiográfico -, "alguien que daba esperanza en el ser humano".

A sus 59 años, vive tranquila en cuestión sentimental. "Ahora siento el amor como algo más general, hacia mucha gente, con algún amorcillo que me alegra de vez en cuando, pero sin una relación. Me apetece estar por mis cosas". Ha sido, afirma, muy enamoradiza. "Me he sentido muy querida y he querido mucho". Fue madre muy joven, con 20 años, se casó y se divorció; "pero es un tipo estupendo, un padre excelente, estuve muchos años con él". Asegura sentir cariño hacia sus ex. "Cuando les veo les pego unos abrazos que los crujo". Sin falsa modestia, opina que les ha "educado" en la igualdad. "Cuando hemos coincidido después con sus nuevas parejas, les he visto muy distintos. Creo que facilité las cosas a las que vinieron más tarde", dice sonriendo.

De todos modos, no todas son experiencias para recordar. También hubo algún "reo" en su vida. "Esos hombres que van dejando cadáveres por donde pasan. Es difícil desengancharse, es como una droga. Si te liberas, eres más fuerte". Como Chavela, aboga por "borrar el rencor": "Sólo cuando perdonas puedes volver a amar; si no, envejeces el alma".

También la mujer debería modificar algún aspecto. "Somos muy controladoras, queremos que nos expliquen todo. Y la pareja funciona mejor si cada uno tiene una parcela propia".

Huye de cualquier humillación, evidente o sutil. Y de la falta de empatía. "A los hombres les cuesta entendernos. La mujer es un mundo muy complejo, les subyuga cómo somos, pero están todo el tiempo estudiándonos y preguntándose qué queremos. Por eso muchas veces van locos por irse con sus amigos. Con ellos se explayan porque llegan a pocos momentos íntimos entre ellos, no suelen hablar de temas que no sean lo ajeno. Nosotras conectamos nuestras emociones. Eso nos salva".

¿Tal vez habría que darles pistas? "Absolutamente, la comunicación es esencial y sobre todo para la mujer. Aquello de ´no hablo durante el día y luego me voy contigo a la cama´€ yo no puedo, vaya. Ellos, sí. Creo que tiene que ver con la genética. Necesito estar en paz; si no, tengo la espinita ahí y no me puedo entregar".

Le seduce la voz: "Es una radiografía interior, me revela todo". Le gusta el hombre inteligente y aficionado por el arte. Y moreno. Pero si algo admira es el "bricolator", "ese que te arregla un problema en casa en un pispás... ¡Es que me conquista!", admite riendo.