Las secuelas de carácter psicológico de esta enfermedad suelen ser importantes, pero se pueden disminuir a través de una rehabilitación cognitiva y emocional aplicada a los pacientes de modo personalizado e inmediato.

El ictus es un trastorno de la circulación sanguínea del cerebro, que de forma sobrevenida y aguda, produce una alteración, que afecta al encéfalo como base de las funciones cognitivas y estructuras sobre la que se sustenta nuestra mente. Tras el ictus pueden aparecer trastornos como afasia (problemas para producir o comprender el lenguaje), trastornos en las capacidades de atención y concentración, alteraciones de la memoria, de la capacidad para razonar y tomar decisiones, etc.

Además, se puede ver modificada la personalidad del afectado, manifestando actitudes que hasta ese momento no habían aparecido, (agresividad, rabia, desinhibición, etc.) también momentos de incoherencia y desconexión de la realidad. Por otro lado, puede aparecer sintomatología depresiva, asociada a la incapacidad de adaptación a la nueva situación, o síntomas ansiosos, por la propia incertidumbre y el miedo que produce una repetición del episodio y pensamientos sobre el dolor o la muerte. También puede verse afectada la autoestima, por la pérdida de autonomía y la necesidad de ser asistido y ayudado.

La experiencia confirma que comenzar un tratamiento de rehabilitación cognitiva de forma temprana tras sufrir un ictus, es, junto con el resto de cuidados y tratamientos, el mejor modo de aprovechar la capacidad neuroplástica del cerebro, esto es, la posibilidad de restaurar funciones dañadas o de conseguir la máxima recuperación posible.

Es importante iniciar el tratamiento cuanto antes, ya que el cerebro inmediatamente después del ictus muestra una mayor sensibilidad a los beneficios de la estimulación. Buscamos estimular las áreas cerebrales de cada paciente, siempre aprovechando sus propios recursos y cualidades. Por ello, previamente es necesario evaluar de forma personalizada, el estado cognitivo de la persona: saber cómo se encuentran sus procesos cognitivos, averiguando cuál es el punto del que debemos partir, para adecuar el tratamiento y ofrecerle actividades que supongan un reto, que supongan el esfuerzo necesario como para trabajar los procesos, pero que no lleguen a suponer una frustración, que por otro lado fomentaría la baja autoestima y los síntomas depresivos.

Por lo tanto, a partir de una evaluación, observación y seguimiento, se diseña y se va transformando el tratamiento cognitivo, las actividades en las que el paciente puede encajar y que van a suponer un estímulo para su cerebro.

El objetivo será la recuperación cognitiva, emocional y funcional del paciente. Una de las herramientas más utilizadas es la terapia de orientación a la realidad, que facilita la ubicación tanto temporal y espacial, como personal, mediante preguntas directas y presentación continua de informaciones de orientación sobre sí mismo y su entorno, lo que va a proporcionar a la persona una mayor comprensión de aquello que le rodea, y produce un aumento en la sensación de control.

Otra de las terapias es la de reminiscencia, que trabaja la memoria, especialmente la autobiográfica, recuperando acontecimientos personales del pasado del paciente. Para ello se hacen preguntas directas sobre dichos acontecimientos o se proporcionan estímulos tales como objetos, canciones, fotografías, etc. Esta técnica es más efectiva cuando se realiza en grupos ya que incluye el efecto positivo de la interacción social. El fenómeno de la heminegligencia o hemiinatención se da frecuentemente en personas que han sufrido un ictus. Los pacientes, ignoran o no prestan atención a los estímulos que se presentan en el lado contralateral a la lesión.

Por este motivo, incidimos también en la estimulación de los procesos atencionales. La atención es, además, una función básica dentro del funcionamiento cognitivo y afecta al resto de funciones. Dado que existen distintos tipos de atención, la estimulación se realiza a distintos niveles. Podemos desarrollar actividades atencionales más básicas, o complicar la tarea haciendo que el sujeto mantenga la atención a lo largo del tiempo (atención sostenida); ignorando otros estímulos semejantes cuyo fin es provocar distracción (atención selectiva); que atienda a varios estímulos a la vez (atención dividida), etc.

Por otro lado, en la estimulación del lenguaje se tratará de maximizar las capacidades lingüísticas preservadas, mantener y estimular la comprensión verbal, favorecer la fluidez y las verbalizaciones, mediante el tratamiento en grupo, basado en la comunicación entre compañeros.

Además, se estimulan las áreas anteriormente mencionadas mediante el uso de las nuevas tecnologías. El uso de programas de ordenador para estimulación cognitiva, resulta muy útil y motivador a la hora de trabajar con pacientes con daño cerebral. Se trata de programas que hacen posible la estimulación de varios procesos cognitivos en cada una de las sesiones, las cuales pueden adaptarse totalmente a las necesidades y características de cada persona.

Será importante tener en cuenta el uso de reforzadores en este tipo de sesiones, explicando y recordando a nuestros pacientes el valor de las capacidades que mantienen y poseen, señalando sus características positivas y buscando siempre una estimulación integral, cuidando no sólo los aspectos rehabilitadores y funcionales, sino también los procesos afectivos y emocionales.