La vida en el camping es única y auténtica. Una bocanada de libertad proyectada desde el parque natural de la Albufera entre tiendas de campaña, bungalows o caravanas. Un manjar de experiencias y buenos sentimientos destinados a una sociedad cada vez más acelerada y sin rumbo. En el camping no hay tiempo para pensar en la incomodidad de las camas o en el malestar de los mosquitos porque, como si de un concierto se tratara, los excursionistas se desmelenan, se quitan la camiseta y no se separan de las chanclas ni el bañador durante toda su estancia. Los campistas se adormecen en su propio sosiego a la hora de la siesta en el complejo Devesa Gardens. El sol conjugado con la brisa marina, un helado y una tumbona son los acordes de una fórmula infalible para conciliar el descanso y la desconexión.

«Somos niñas criadas en el camping cuando se podía acampar en la libertad del campo. Es una pena que ahora ya no se pueda», explican Laura y Diana Delgado, dos hermanas nacidas en Madrid que han elegido las instalaciones del Devesa Gardens para pasar cinco días. Sus padres ya las mandaban de acampada en su juventud «porque odiábamos el calor de la gran ciudad. Era como salir de la rutina» y, ahora, ya llevan «más de 25 años haciendo viajes con las furgonetas», explica Laura. En las dos parcelas que tienen contratadas están situados los dos furgones Volkswagen con los que viajan al más puro estilo bohemio en pleno siglo XXI. En ambos vehículos tienen instalados unos cajones de madera -nevera incluida- en el maletero que ellas mismas se han hecho y dos camas sobre los asientos donde duermen junto a sus hijos y su madre porque «nuestros maridos se han quedado trabajando», dice Diana, que, al mismo tiempo, prosigue: «Elegimos el camping por los niños y porque nos permite itinerar por distintos formatos de vacaciones ya sea por la playa o por la montaña, es decir, este tipo de turismo se amolda más a nuestros intereses vacacionales y nos permiten huir de las grandes ciudades».

Diana se siente más aventurera que su hermana Elena: «Este verano he dormido más tiempo en la furgoneta que en mi casa propia casa; solo trabajo medio año en Sierra Nevada durante el invierno y todos los veranos viajo con mi familia fuera de España. De hecho, este año, por quitarles kilómetros a los niños, hemos decidido hacer parte del trayecto en barco y parte con la furgoneta. Por ello, salimos en barco desde Barcelona, estuvimos en Italia con la furgoneta y volvimos a coger un barco para cruzar el Adriático y llegar a Albania para disfrutar de los valles perdidos. Luego pasamos a Montenegro donde también visitamos parques naturales e hicimos un regreso a casa por Croacia», concluye.

Hacer turismo económico

Estar en el camping es como estar en casa. Cada familia amolda su caravana y sus habitaciones a su propio gusto. La libertad es tal que los flashes de la cámara intimidan el aperitivo de los campistas. El aroma de una asado a la hora de comer nos lleva al clan Perianes, seis catalanes con antepasados extremeños que hacen acampada todo el año y cada tres meses cambian de destino: «Venimos de estar en Cádiz, hemos parado en València y luego viajaremos a un camping de Tarragona. Ahora estamos de vacaciones pero cuando trabajamos, dejamos nuestra caravana en el que tenemos contratado y vamos a pasar el fin de semana». Javier Perianes explica que «es una manera de visitar sitios de España de forma muy económica».

José Antonio, cuñado de Javier, asegura que «llevamos la casa detrás con la caravana porque la amoldamos a nuestros gustos. En el hotel, aunque lo elijas por tus preferencias, te tienes que amoldar a él y eso no nos gusta». Ana Isabel Perianes explica la diferencia entre ir de camping o ir de hotel: «Nos gastamos 2.500 en un camping de París. Estuvimos dos semanas y disfrutamos de la ciudad y de Eurodisney. Con ese mismo dinero, en un hotel, hubiéramos estado solo cinco días», aclara.

Ester Navarro, de Sedaví, tiene un apartamiento en el Perelló pero ha pasado todo el mes de agosto en el camping «por la libertad que tienen los niños y los juegos que les hacen. Creemos que ir al hotel es igual que un piso donde pasamos nuestra vida».

«La idea de es que los clientes no tengan que salir del complejo para nada para que se relacionen entre ellos», dice el director de la Devesa Gardens, Raimon Morató, y asegura que «el sector del camping está sufriendo una remodelación porque, para poder dar rentabilidad al negocio, hemos pasado de tener campistas fijos a turismo ocasional y rotación de clientes». Por ejemplo, Iker Herrando, de Bilbao, ha venido once días a la capital del Turia para llevar a su hija al Oceanogràfic y asegura que «el turismo de camping fortalece mucho las relaciones humanas».

El secretario de la Asociación de Campings de València, Ricardo Vila, manifiesta que «los turistas de campings han aumentado un 8 % más este verano respecto a 2017. En la nueva legislación de camping subimos las prestaciones y, por ejemplo, el de Pilar de la Horadada fue primero en Europa en ser accesible para personas sordas».