La difícil situación que atraviesa el campo español se ve agravada por la falta de lluvias. Empezamos el primer trimestre del año sin apenas lluvias y los pronósticos para las próximas semanas no son nada halagüeños. Comunidades como Cataluña o Andalucía han empezado a aplicar restricciones a la población en el consumo de agua. En junio, si la situación persiste Valencia llevará agua a Barcelona desde la planta desaladora de Sagunto para paliar la sequía. La situación es más grave de lo que pensamos.

En unas semanas, la viña comenzará a mover y si no llueve en los próximos días, hay riesgo de que comiencen a secarse las cepas, además de poner en peligro la producción de esta campaña. Los almendros ya están en flor y requieren un mínimo de agua para llevar adelante la producción. Para el cereal, ya es tarde, como ha pasado en campañas anteriores. Los precios del cereal no remontan y se mantienen a unos niveles de hace cuarenta años. Sin embargo, los costes de producción se han disparado.

Continuamos con unas temperaturas extraordinariamente altas para el tiempo en el que estamos y con fuertes vientos de poniente.

El cambio climático se ha pronunciado en los últimos años muy severamente. Los datos indican que las temperaturas medias continuarán subiendo, que lloverá menos y peor y que los episodios de sequía extrema se repetirán. Uno de los principales problemas no es que haya menos agua, sino que cada vez se evaporará más rápidamente a causa del aumento de las temperaturas, según el investigador emérito del IRTA Robert.

Las perspectivas para el campo no son nada buenas. Cientos de agricultores han salido con sus tractores por toda España para reivindicar unos precios justos para el campo, menos burocracia y unas normas que sean iguales para todos. Algo perfectamente justo para competir en igualdad de condiciones con el resto de países extracomunitarios que inundan el mercado con sus productos.

A todos estos factores que son de naturaleza política y que requieren, por tanto, una solución política se unen también los que tienen que ver con el cambio climático. Muchas de las protestas de agricultores y ganaderos están relacionadas con el cumplimiento de la Agenda 2030 (Acuerdo de Naciones Unidas sobre desarrollo sostenible), que para muchos agricultores supone la muerte del campo. Sin embargo, todos hemos de ser conscientes de que si nos cargamos el ecosistema de nada va a servir que nos ayuden desde Bruselas porque entonces sí que habrá sido una muerte segura.