Los nombres de los vencedores de las carreras aparecen siempre, bien grandes, en los titulares. Pero el esfuerzo de los participantes de pruebas de larga distancia, como el Medio Maratón de Valencia Trinidad Alfonso, se reparte por igual entre todos los atletas. Desde el primero hasta el último. El mérito de la última clasificada de ayer es, incluso, mayor que el de los ganadores. Lo uyo le costó llegar a la meta. Nada menos que 3 horas y 11 minutos, más de 2 horas que el invertido por el ganador de la prueba. La heroína fue Elisa Cruz, una boliviana que vive en Barcelona que no quiso perderse los 21,097 metros de Valencia. Y ya sabía desde el día que se inscribió que, posiblemente, estaría entre los últimos en llegar a la linea de meta. Quizá no que sería la que cerrara la carrera.

Elisa llegó a la meta con evidentes signos de cansancio, con 21 kilómetros cargados en una mochila que parecía de plomo. Pero llegó corriendo, que es lo importante. Nada de ponerse a andar los últimos metros, que eso no tiene mérito. La atleta, de 50 años, fue escoltada por un grupo de voluntarios, que le colocaron la cinta en la misma línea de meta, exactamente el mismo ritual que se vive con el ganador masculino y la vencedora.

Lo curioso es que no era el primer medio maratón que corría Elisa. Ya participó en uno y también lo terminó. Ahora ya tiene la vista fijada en la siguiente carrera, que quiere cubrir este año. Lo suyo es correr por disfrutar y, si puede hacerlo en una competición, mejor.

Antes de Elisa Cruz, sólo unos metros antes, cruzaron la meta un grupo de tres mujeres, a escasos 20 segundos, ante los jaleos de la speaker de la prueba.

Y sólo unos segundos antes lo había hecho el último participante masculino. Todos, en más de tres horas. Una heroicidad.