­Sin novedad en el frente: esta es nuestra dura realidad ante sucesos como el de Chipre. No hay novedad en las políticas y en la efectividad de nuestras instituciones. Desgobierno y mediocridad, incertidumbre y vacío, incomprensión y pérdida. Se está conformando un mundo del desánimo que no acaba de invitar a la movilización real y efectiva „si es que todavía es pensable una movilización efectiva„, un horizonte de desolación y desubicación.

Las críticas emergen: tratan de ser como esas bengalas de guerra que iluminan el campo enemigo para ser reconocido y atacado. No obstante, no hay ataque certero; quizás no hay ni reconocimiento previo. El déficit democrático de las instituciones comunitarias es alarmante y la guasa que observamos y con que se nos pretende aleccionar es irritante. Los vaivenes de unos mecanismos institucionales que nadie consigue llegar a entender llevan al desánimo generalizado.

La persistencia en unas políticas alejadas del ciudadano es la misma determinación de aquel general de Kubrick que trata de mandar sus tropas a un suicido seguro. La responsabilidad de los culpables se evapora en una maraña inextricable de actores que ya no responden a su papel. ¿Encontraremos un camino transitable, un camino con certidumbres? Néstor Banderas Navarro.