Pese a lo poco que se ha avanzado en la destrucción de la familia durante estos últimos años, determinados sectores totalitarios y fascistoides siguen temiendo por la integridad de tan sacra institución. Por desgracia, los homosexuales no vamos a echar abajo los cimientos en que se sustenta el heteropatriarcado, no así. Mediante la legalización del matrimonio igualitario, lo único que se ha conseguido es acercarnos más a ese sistema obsoleto que tanto nos despreciará siempre y que continuará haciendo lo posible por oprimirnos.

Habría que esforzarse por intentar hacer ver a la gente que la monogamia sólo se instauró para el perfecto asentamiento de un patriarcado en que los hijos le pertenecían al varón, en que el derecho materno mutó en derecho paterno y en que comenzaron a surgir los desequilibrios que nunca se han dado en los matriarcados. Por lo tanto, lo primero en lo que deberían esforzarse las personas conscientes de las terribles consecuencias que tiene el gobierno de los valores masculinos (que terminan adquiriendo muchas veces las mujeres que llegan al poder) es en abolir esa costumbre tan obsoleta de casarse, para volver al idóneo estado en que nos colocó la naturaleza, tan corrompida en estos días. Tamara Hernández Pastor.Valencia.