Tras el caso de La Manada, miles de mujeres salimos a manifestarnos y mostrar nuestra repulsa ante una injusticia que no solo nos perjudica a nosotras. De hecho, la liberación de

la mujer también es en parte la liberación del hombre. En una sociedad donde no se discrimina por sexos, nadie se ve obligado a adoptar ningún tipo de rol de género, las mujeres podemos enfadarnos sin ser unas «histéricas» o «tener la regla» y los hombres pueden llorar y mostrar sus sentimientos con libertad. En una sociedad ideal no hay mujeres que ven imposible el ascenso y se ven relegadas a papeles como secretarias o ayudantes; en esa sociedad, los hombres se encuentran cómodos en trabajos relacionados con el cuidado de sus hogares y familiares.

En esa misma sociedad que reivindicamos, no hay mujeres que temen no ir acompañadas, ni que ven como uno de los peores crímenes es fuente de debate. Las víctimas de ese crimen no son cuestionadas. La violación no es fuente de conflicto, sino de indignación. No hace falta que salgamos a manifestarnos porque a una de nosotras le hayan destrozado la vida y sus culpables hayan salido bien parados jurídicamente y tengan el apoyo de diversos colectivos. Lucía Jaimes Martínez. València.