Respondo a lo que expuso Sergi Campillo el pasado 9 de junio en Levante-EMV. Describió las bondades del uso del valenciano en el Ayuntamiento de Valencia del que es concejal de Gobierno interior. No menciona, por ejemplo, el artículo 4, que indica que las respuestas a los ciudadanos por parte del Ayuntamiento se harán, únicamente, en valenciano; así es, lo he experimentado, pero nadie me preguntó si entendería esa contestación ni se me dio la oportunidad de elegir el idioma de su respuesta. Señor Campillo, ni se le ha ocurrido (ni a los que elaboraron el reglamento en 1996, incluido el PP) que València, es una ciudad bilingüe; que para igualar el valenciano al castellano simplemente sería suficiente utilizar las dos lenguas. La propia y la del Estado. Pero no es lo que se ha hecho. Se redacta, emite, publicita todo en valenciano. La normalización del uso del valenciano no es, en mi opinión, sustituir el castellano por el valenciano en sus actividades oficiales. Democráticamente, ha sido una pésima solución a la normalización del valenciano que, sí, durante años ha sufrido una discriminación en su uso oficial, pero utilizar el término «normalización» me parece intencionadamente erróneo. Yo lo denominaría «sustitución del castellano», que es la realidad. Fíjese en Bruselas. Pedro Carbonell Sánchez. València.