Un fin de semana me invitaron a una comida. La buena receta fue preparada por una gran chef. Para deleite de los comensales, además de la buena presentación y los placenteros entrantes marinados por su esposo, incluyendo los ibéricos recién cortados, y acompañados por unos caldos ribereños, el plato estrella fue tan simple como valenciano, arròs amb bledes. Si Antonio Vergara o Vázquez Montalbán, con sus recetas culinarias y degustaciones, marcaron un énfasis en la buena comida tradicional y moderna, seguro que hoy, entre sus críticas culinarias, hubieran incluido a Amparín y a José Vicente. Mi padre, labrador de l’horta durante toda su vida, siempre decía que si «la planta patïx una miqueta per aigüa i la terra es forta, trau més sabor». Se refería, evidentemente a las acelgas. Estas eran para casa, las de buena presencia que tenían un riego más asiduo, eran para el mercado. Soy consciente que hay muchas recetas sobre el arròs amb bledes y concursos por la zona de Llíria y alrededores. Pero la realidad es que en pocos restaurantes te lo sirven. Un plato tan espectacular como natural, no es rentable. El éxito, según Amparín, radica en la cocción del arroz. Sacar el punto exacto, radica en que no esté pasado, ni duro. Es decir, servirlo y comerlo inmediatamente después de la cocción perfecta. El sabor, el detalle, la magnífica presentación, y por supuesto, el rememorar antiguos recuerdos de sabores, muy simples y económicos, no es rentable para la cocina alto standing. Aunque le cambien el nombre a meloso de acelgas al estilo casero. Disfruté de este tradicional plato que poco a poco va desapareciendo. Espero y deseo que con el paladar tan exquisito que tenemos los valencianos, recuperemos y potenciemos este plato, económico, vistoso, placentero y sobretodo excelente. Gracias Amparín.