Tras 10 años de experiencia como jugador de fútbol, puedo afirmar que este es uno de los deportes más agresivos que se practican, especialmente en categorías inferiores como infantiles o cadetes. Generalmente existe una gran rivalidad entre los diferentes clubes. Esto se refleja en el terreno de juego, donde los jóvenes muestran actitudes violentas.

A lo largo de mi trayectoria, el valor más importante que se intentaba transmitir desde el club era el respeto, se hacían reuniones y dinámicas orientadas a ello. Pero considero que se hace de manera hipócrita. En ocasiones, son los propios entrenadores y altos directivos quienes se dirigen de manera irrespetuosa, vergonzosa y agresiva hacia el árbitro o al club rival. Esta fue la principal razón por la que decidí dejarlo, si el fútbol es, como considero debe ser, una afición y sobre todo en los más pequeños, no hay cabida para las peleas, amenazas e insultos al margen del partido.

Pienso que la rivalidad tiene límites y que la mejor manera de enseñar es predicar con el ejemplo.