­

El Festival Internacional de Benicàssim, que hoy comienza en su apartado estrella, el musical, se representa de diversas maneras. Es FIB, por ejemplo, ese chaval británico cuyo viaje a Castelló es el regalo por alcanzar la mayoría de edad, y se bautiza en el mar asido a su botella de vino español. Es FIB, y lo ha sido siempre, la sensación compartida que aguarda esta tarde, con la primera cerveza, aún a plena luz, la música latiendo, mientras uno se introduce y se deja llevar por el torbellino irremediable. Es FIB, y uno de los pocos guiños al romanticismo que perduran del festival primigenio la interacción entre organización y prensa, con el alcalde de Benicàssim, Francesc Colomer, como testigo. Una cita clásica que ayer, en la previa del arranque, sirvió para mostrar las mejoras realizadas en el recinto y las artes de Miguel Morán, codirector del evento, a la hora de tirar unas cañas.

En el FIB 2009 abundan los saltos. El Escenario Verde es más verde, más grande, más espacioso. Y ha crecido, al igual que la capacidad del Fiberfib y el Fibclub, las zonas de comida y de acampada, porque al festival va a ir más gente que nunca. Se pasa de 35.000 a 40.000 personas diarias, tal y como reseñó Morán, «en un año de difícil contexto» socioeconómico en el que, paradójicamente, la «venta anticipada ha resultado un éxito» sin precedentes.

En ese sentido, en el de congratularse por las buenas nuevas, abundó Francesc Colomer, en su locución. Ya por la tarde, el protagonismo recayó en el festival de cortos, del que ya se conocen los ganadores. El primer premio fue para Ione Hernández, por El palacio de la luna; el segundo, para Cómo conocí a tu padre, de Álex Montoya; y el premio del público para Ciro Altabar, por Manual práctico del amigo imaginario.