Allá por el año 1936, cuando empezaba lo que sería uno de los capítulos más oscuros de la historia de España, nacía también un grupo de guerrilleros que se sublevaron en los dominios del generalísimo. Eran los maquis, personas pertenecientes al otro bando y que, ante la inseguridad creada por la represión, decidieron no entregarse y echarse al monte. Estos revolucionarios también dejaron su impronta en tierras castellonenses. La novela de Alicia Giménez Bartlett ganadora del premio Nadal los ha puesto de actualidad y ha despertado un nuevo interés.

En Castelló, el maqui más conocido fue Florencio Pla Meseguer (Vallibona,1917), también llamado Teresa Pla Meseguer, «la Pastora», ya que adoptó una segunda identidad femenina. El periodista José Calvo (Castelló,1941) escribió una biografía sobre su figura, un libro que se ha convertido en referencia. Calvo asistió al juicio de «la Pastora» en Tarragona, en 1960 y tuvo la oportunidad de entrevistar a Florencio Pla Meseguer en una ocasión en Valencia.

Florencio Pla fue confundido con una mujer como consecuencia de una malformación genital. De ahí que también se le llamase Teresa. El propio guerrillero se vistió de mujer y llegó a estar preso en penales de mujeres aunque, finalmente, en Valencia, fue recluido en una prisión de hombres.

Una malformación sexual

Una malformación sexual intrascendente para la cirugía quirúrgica del siglo XXI, observada al momento de su nacimiento en 1917, aconsejaron a sus progenitores inscribir al bebé en el registro con el nombre de Teresa. Querían evitar indeseables burlas al tener que cumplir su servicio militar. Dedicada desde su tierna infancia al cuidado de ganados por los montes de Vallibona y el Turmell de Xert, fue creciendo con escasa relación social. La Pastora comenzó su relación con los maquis instalados en el XXIII sector, viéndose obligado a echarse al monte cuando supo de la detención de los propietarios de El Cabanil, para los que trabajaba después de las destacadas muertes y detenciones que allí se produjeron. En aquel momento empezó a crearse el mito.

La historia se resiste a caer en el olvido y en varias escuelas se organizas en excursiones para rememorar sus vivencias. Este es al caso de un grupo de alumnos de secundaria que, acompañados de un vecino de Fredes que compartió el monte durante los años 40 con Guardia Civil, ganado y maquis, ha visitado el recóndito emplazamiento en el que estaba ubicado el campamento de Refalgarí.

Refalgarí era el campamento general del 23 sector, fue descubierto por la Guardia Civil y fue asaltado el 24 de mayo de 1948, hallándolo desocupado pero requisando documentación. Por la noche, lo incendiaron. Los campamentos del AGLA más cercanos estaban en el Turmell (Xert) y en Vallibona, donde los maquis del 23 sector se desenvolvían por estas zonas escarpadas y de difícil acceso. Sus integrantes, de ideología libertaria y comunista, estaban ligados al comunismo y fue la agrupación guerrillera antifranquista más importante del PCE.

El poblado

El poblado tenía como únicos servicios el agua que suministraban dos pequeñas fuentes (o cocons como se denominan en la zona). Disponía de una cocina y otras cuatro habitaciones construidas con piedras, vigas de madera, ramas y tierra. Para llegar a él debían realizar largos desplazamientos nocturnos no exentos de peligro, en los que coincidían con pastores, algunos de ellos, entonces casi niños. El recuerdo de los maquis persiste entre la población local de mayor edad. Algunos se toparon con ellos.

«Recuerdo que estando en el monte con el ganado los perros empezaron a ladrar como locos. Aparecieron cinco hombres con armas, me dijeron que eran maquis. Fue el susto más grande de mi vida y también pasé dos noches de muchísimo miedo, de no poder dormir, cogimos la caldereta de la cena y nos marchamos al mas del Peraire por piernas. Nos dijeron que al día siguiente podíamos explicar que les habíamos visto», recuerda uno de estos pastores que guió la expedición. «Otra vez que estuvieron en Fredes. Con los únicos que se metieron fue con el alcalde y el cura, en el sentido que hicieron una comida en la taberna y les obligaron a ir a comer con ellos. Mosén Vicent incluso estuvo haciendo palmas y bailando sobre la mesa, pero no maltrataron a nadie», asegura. La ayuda internacional que los maquis esperaban jamás llegó y su posición se desmoronó como los muros del poblado que habitaron en Refalgarí. Ya sólo queda el recuerdo y su memoria, por la que todavía se interesan algunos jóvenes.