Los sacerdotes de la Diócesis de Segorbe-Castelló celebraron ayer la fiesta de su patrono, San Juan de Ávila, con una jornada en el Seminario Mater Dei. El encuentro contó con la participación del psiquiatra Joaquín Muñoz, que disertó sobre las relaciones entre religión y psiquiatría. Aseguró que la base de una buena terapia depende de la antropología de base, y que según un estudio reciente las personas con creencias religiosas están menos enfermas o su proceso de recuperación es mejor.

El ponente afirmó que toda corriente psicológica es deudora de la antropología que la sostiene: «¿Qué es el hombre? Esta es la pregunta, porque de ella depende la interpretación que se hace de las patologías», argumentaba para describir a continuación cómo desde el psicoanálisis se había defendido la ruptura de toda represión sexual por oposición a un ambiente puritanista, o cómo desde una postura biologicista se reduce la terapia a la medicación, olvidando la práctica personalista que tiene en cuenta la afectividad y el sentido de la vida.

Los sacerdotes, por su parte, plantearon diversas preguntas relacionadas con su ejercicio pastoral, por ejemplo sobre cómo vivir en su condición de célibes, la soledad, las repercusiones psicológicas de un ambiente sin referencias éticas, los efectos de la crisis, el acompañamiento de personas depresivas, la relación entre pecado y enfermedad, o la pedagogía adecuada con niños de familias desestructuradas.

Más experiencia que moralismo

Joaquín Muñoz insistió en que la clave común a estas cuestiones está en considerar a cada persona en todas sus dimensiones, favoreciendo una educación en valores, y poniendo el acento, en temas de religión, más en la experiencia de fe que en moralismos. Aseguró que en la medida que los propios sacerdotes consigan establecer relaciones personales con la gente, podrán ejercer una función de paternidad. También recomendó la estrategia del respeto y la comunión: «Primero acompañar en el sufrimiento, y después acompañar en lo que nos une. Así se podrá comprender mejor lo que separa».

De esta manera aseguraba que «la gente iría tanto al sacerdote como al psiquiatra». Añadió además que tras su experiencia con gente de creencias muy diversas, concluye que «en la realidad la sociedad estima a los párrocos mucho más de lo que se imaginan».