Fue una guerra que estalló por el futuro de un trono sin claro heredero a la muerte de Carlos II de España —se lo disputaban borbones y austrias— y acabó arrasando el modelo de monarquía federal hispánica: la Corona de Aragón fue desintegrada y absorbida por Castilla, y al Reino de Valencia le mutilaron su independencia foral por el «justo derecho de la conquista» que marcaba el Decreto de Nueva Planta. Fue el campo de batalla, con Almansa y el 25 d'Abril de 1707 como camposanto de las libertades de la Valencia independiente, el determinante último del futuro de la contienda. Pero la alineación de fuerzas vivas a uno u otro bando —austracistas y borbónicos; maulets y botiflers a escala local— fue un factor importante en el devenir del conflicto. ¿Qué posición adoptó la nobleza valenciana, por qué y qué consecuencias tuvo que encajar tras la victoria del primer borbón español? A esa cuestión dedica la historiadora Carmen Pérez Aparicio —veterana experta en la materia— un capítulo importante del nuevo libro La nobleza valenciana en la Edad Moderna (PUV), escrito por diez historiadores y coordinado por Amparo Felipo Orts y Pérez Aparicio.

«La nobleza valenciana se inclinó mayoritariamente por Felipe V, especialmente la nobleza titulada», sintetiza la autora. Como ya legó el dietarista valenciano I. Planes en su momento, en el bando austracista figuran cinco marqueses, otros tantos condes y dos señores, con un total de doce personas. Al campo borbónico se adscriben 51 nobles, de los cuales cinco son Grandes de España, catorce marqueses, diecinueve condes y trece señores de lugares.

Los nobles adheridos a la Casa de Austria fueron los marqueses de la Casta, Boil, Noguera, Rafal y Busianos; los condes de Elda, Cirat, Casal, Villafranqueza y Cardona, y los señores de Villoris y de la Pobla. Como partidarios de Felipe V constan pesos pesados de la nobleza valenciana como el duque de Gandia, el ducado de Villahermosa y los condes de Sumacàrcer, Albatera y Parcent, todos ellos grandes de España. A ellos se unían los marqueses de Albaida, Mirasol, Llansol, Bèlgida, Villatorcas, Malferit, Centelles, Ràfol, Colomer, Bosc, Dosaigües, Escala, Nules y Castellfort. También figuraban los condes del Real, Almenara, Alcúdia, Carlet, Castellar, Sumacàrcer, Albatera, Sallent, Albalat, Faura, Oliva, Penalba, Buñol, Villanueva, Cervelló, Parcent, la Granja, Cocentaina y Sinarcas. La lista de apoyos borbónicos la completaban los señores de Sant Pere, benifaió, Cheste, Alcanalí, Andilla, Càrcer, Bonrepòs, Rotglà, Benifaraig, Pamis, Genovés, Guadassèquies y Benipanduix.

Un factor determinante

La entrada del general Basset en Valencia y la proclamación de Carlos III fue acompañada de alborotos, saqueos contra las posesiones de los nobles y descontrol. Aquello amilanó a muchos nobles dubitativos, alertados también de las promesas de Basset —sin permiso ni respaldo del archiduque— de abolir el régimen señorial para ganarse a las masas, vasallos en las tierras de sus señores. Todo aquello disparó entre la nobleza valenciana el temor a una revuelta popular, de alcance imprevisible, que desembocara en violencia contra nobles y confiscación de sus bienes en caso de victoria austracista. «Gran prudencia y pragmatismo», subraya Pérez Aparicio, junto con motivaciones de índole político, empujaron a los nobles al bando borbónico. «Probablemente —agrega la historiadora—, muchos tomaron ese partido influidos por la posición proborbónica de la nobleza valenciana presente en la Corte», como el duque de Medinaceli, también duque de Segorbe y marqués de Denia. Este noble todopoderoso, por ejemplo, se alineó con los borbónicos por pura política al creer que la dinastía de origen francés estaba en mejores condiciones para defender la integridad de la monarquía.

Al final, la Guerra de Sucesión la ganó el bando de la nobleza valenciana. Habían apostado por el caballo ganador. Felipe V conquistaba el Reino de Valencia. Sin embargo, matiza Carmen Pérez Aparicio, «la victoria borbónica de Almansa no significó la victoria de la nobleza valenciana, a pesar de haber militado mayoritariamente a favor de Felipe V. Con la entrada del ejército vencedor y la progresiva ocupación del territorio , los seguidores del Borbón pudieron recuperar sus posesiones, pero con graves pérdidas en sus bienes y deterioro en sus patrimonios».

La medida que más perjudicó a la nobleza y a todos los valencianos, recalca el estudio, fue la abolición de los Furs. Felipe V justificó la imposición de las Leyes de Castilla como castigo por el carácter general de la rebelión. De nada valió que los nobles valencianos, indignados por el trato recibido, solicitaran la revocación de esta supresión foral. Al final, se fue al traste el sistema pactista —contrapeso de poderes— que había distinguido las relaciones entre el rey y el reino. Consecuencias: «la nobleza vio suprimidas las instituciones que le servían de vehículo de representación y de expresión, como las Cortes y las Juntas de Estamento y de Electos de Estamentos, y con ellas el poder político que había venido ejerciendo en sus relaciones con el rey y ante la sociedad valenciana desde hacía casi cinco siglos».

Otros menoscabos que sufrió el estamento noble valenciano con la victoria del rey borbón fueron los límites en la posesión de armas, la presencia de un ejército de ocupación cuyo sostén económico corría a costa de los valencianos, incluidos, por vez primera, los mismos nobles; tampoco fueron atendidas sus quejas por las graves consecuencias sociales que acarreaba la nueva fiscalidad para todos los valencianos. No volvió a haber Furs. Quienes habían apoyado al monarca de la flor de lis se vieron perjudicados por su actuación.