Hola, somos Joan Collins y Kirk Douglas, y tenemos que deciros que os vamos a enterrar a todos, hijos de puta, gracias. Leo esto, y veo una foto de ambas momias ante unas copas de vino, sonrientes y felices, en un club social de internet. Y me muero de la risa por el ingenio de quien se haya inventado esta exquisita maldad, justa y razonable. Joan Collins en verdad es aún una jovenzuela de 81 años, y Kirk Douglas un rozagante maduro de 97, chúpate el dedo. ¿Ustedes creían, a la semana del Día D, que el por culo de Francisco Nicolás Gómez Iglesias, el pequeño Nicolás, el gran Nicolás, Francisco Nicolás, o Fran, a secas, acabaría con las más de tres horas de tediosa entrevista, o lo que fuera aquello, que le hizo Telecinco el sábado pasado? Claro que no. Si alguien le pone empeño, y están en ello, el rufián este, como Joan Collins y Kirk Douglas, nos entierra a todos. Visto lo visto, y escuchado lo escuchado, es decir, un mojón, una sarta de tonterías, un cúmulo de vaguedades, un holocausto de soplapolleces, un delirio sin fin, una apoteosis del caradura, la cosa tiene pinta de matarnos a todos, por aburrimiento o por engorde programado. Veamos. Primero, un inciso. ¿Vieron el programa? Vamos a recordar algo fundamental. El nombre. Un tiempo nuevo. ¿En serio? ¿Un tiempo nuevo y me sacan al rey del pollo frito, al señor José Ramón Julio Márquez, conocido en el cosmos como Ramoncín, otro pequeño Nicolás del postureo opinante con carilla de niño rancio? ¿Un tiempo nuevo y me ponen en un lado de la mesa al carca Miguel Ángel Rodríguez, el de Aznar? Es lo que hay. Visto lo visto y escuchado lo escuchado, viendo cómo esta semana la larga papada del jovenzuelo ha vuelto a llenar tertulias, la carrera del pájaro sólo está despegando —¿sólo a mí me da tiricia, con su carita de perro pachón, sus ojos lacios y tristones, y su piel de rosa sosa?—. El pícaro dice que no cobró un euro, y me lo creo. ¿Lo ha cobrado alguien por él?

Pieza de plató

Cuando el avispado entró en el estudio, a Sandra Barneda sólo le quedó tirarse al suelo como mullida alfombra para que el delirante maquinador ocupara su sitio sin pisar el suelo. No es para menos. Un tiempo nuevo se jugaba, así, sin cataplasmas, su futuro. O remontaban, o echaban el candado. Hay que recordar que el programa se quedó turulato cuando a las pocas horas de su emisión Pablo Iglesias, otro que pone las audiencias de oro en cuanto sus huevos se acoplan en el plató, dijo no, que no iría al estudio sino que respondería una sola pregunta de la presentadora, pactada, y desde la sede de Podemos. ¿Cómo? Hay que recordar que Pablo Iglesias se encendía criticando al plasmado Rajoy por ningunear a la prensa desde una pantalla de televisión. Así que Telecinco hizo bien rechazando esa bajeza. No señor. Ese no era el pacto. Y otra cosa, mal empieza el nuevo secretario general negándose a dar la cara en cuanto algunos asuntos no le favorecen. A lo que vamos. Que Un tiempo nuevo ha de reaccionar. Y rápido. Y a lo grande. Tienen una sola carta. Y ha de salir ganadora. El pequeño Nicolás. Bingo. La audiencia no se dispara, la audiencia roza al cielo del 21%, casi tres millones de personas. El programa llenó gasolina para otras entregas —esta semana toca Teresa Romero, la enfermera que ganó el ébola— a ver si, por lo menos, juega en la liga de La Sexta Noche. Y además, como premio colateral, la cadena lleva toda la semana nutriendo la sonrisa apretada de Ana Rosa Quintana y sus colaboradores. ¿Cree usted como espectador que Un tiempo nuevo, con la presa que ha cazado, ha soltado al impostor? Ni de coña. Esta semana seguro que emite nuevo material guardado, grabado y reservado para alimentar la estafa, al estafador que ha convertido la chirigota en una bola de nieve que lo arrastrará por el fango. Eso sí, sacando la cabeza por las teles como un botarate de patética verborrea.

Duquesa en polvo

Hola, somos el pequeño Nicolás, Cayetana de Alba, e Isabel Pantoja, y tenemos que deciros que uno está en la diana de la justicia, cagadito por mucho «material sensible» que posea, otra es una paya riquísima en un tarro de cenizas en una iglesia que llaman de los gitanos, entiéndase gitanos integrados, gitanos artistas, gitanitos con mucho arte, gitanos con solera, no gitanos desarrapados, chusma, quinquis y ladrones, huy, qué asco, y la otra está encerrada en la cárcel, y os vamos a enterrar a todos, hijos de puta, gracias. Lo están consiguiendo. Del farsante, aunque lleva más de un mes en el podio, la carrera, tal como apuntamos aquí hace días, no ha más que comenzar. De la ricachona enrollada, ay, qué arte, qué libre fue, qué bien se lo pasó, ole su coño, que hizo con su vida lo que le dio la gana, seguro que quedan flecos, alabanzas, aldabonazos de cabezas sumisas, arrobadas, como el alucinante de Susana Díaz, la presidenta no de Andalucía sino, por unos momentos, de la región del faralaes, que destaca de la duquesa en polvo su fortaleza por haber vivido como quiso disfrutando de las costumbres de Andalucía. Y así es. La multimillonaria, la terrateniente, la que recibe millonarias subvenciones de la Unión Europea tuvo tiempo de bailar sevillanas, ir a los toros, contratar a gitanos que le alegraran las veladas, en fin, vivir libre, a su aire, ponerse el mundo por montera, y no como otra octogenaria a la que han sacado estos días demacrada, llorosa, desnortada, miedosa e incrédula, una etcétera llamada Carmen Martínez, madrileña de 85 años a la que le han desahuciado su casa por haber avalado al hijo, la tonta, en vez de ponerse el mundo por montera y echarse unos bailecitos y ser libre. Y de Pantoja, bueno, tiene retén de cámaras a la puerta del trullo. Que no duerme bien, que come poco, que fuma mucho, y que la abuela ronca. Y que a ver si la sacan pronto, coño, que otra grande de España no puede estar sufriendo tanto. Cervantes habló de los duelos y quebrantos que se zampaba Alonso Quijano el sábado. Aquí, nuestros duelos y quebrantos son duelos de plató y quebrantos de país.