El fútbol se burló del Castellón, que perdió el ascenso en La Bòbila de la manera más cruel. Niveló con valentía y tesón el 2-0 con el que se marchó al descanso, dispuso de las mejores oportunidades en el tiempo de prórroga y llegó al momento decisivo con la inercia a favor.

En el quinto penalti, en el último suspiro de la temporada, Antonio Martínez, el hombre que había cimentado la recuperación albinegra en la segunda mitad, tuvo la gloria en su pie derecho. Si marcaba, el Castellón subía a Segunda División B, porque justo antes Álvaro Campos había sacado una mano majestuosa al disparo del local Pujol.

Pero Antonio no marcó y la pena fue máxima: adivinó y paro el meta Eric, héroe local a medias con Marco que, tras el fallo de Luismi Ruiz en el séptimo lanzamiento, abrochó el ascenso para el Gavà, nuevo equipo de bronce.

El partido fue real porque es imposible que alguien inventara algo así. El partido fue de cocción clásica, una torturita play-off de manual, un escenario por los que no pasa el tiempo.

El sol, el calor, la humedad, el césped natural, el lleno en el campo municipal, el último fin de semana de junio, los que se quedan fuera y lo ven subidos a las vallas, los que viven al lado de campo y asoman más que nunca en los balcones de sus casas.

Niños que descubren el equipo de su pueblo, día grande y fiesta mayor, recogepelotas que desaparecen y árbitros que no quieren saber nada hasta que les da por ahí y expulsan a uno de cada equipo en el baile de la tangana.

El partido, tremendo, dramático, mezquino y a la vez heroico, definió un país, una manera de ser y de vivir. El fútbol se meó en el cuento de los valores y todo eso, al cabo, fue el fútbol real que lleva cinco años aguantando en Tercera el Castellón.

La guinda al cuadro era el árbitro, uno de esos que ganaría un casting para hacer de árbitro en una comedia española. El trencilla intentaba camuflar la calvicie sin éxito: era canario, se retiraba y permitió un duelo de contacto.

El Castellón capeó el susto inicial, un balón suelto en el área que despejó Castells, y se asentó correctamente en el campo. Pegó como el Gavà, corrió como el Gavà, tuvo sus ratos buenos y malos como el Gavà, pasó miedo como el Gavà y pisó área contraria como el Gavà.

No tuvo en el primer tiempo, eso sí, el colmillo del Gavà que, como en la ida, asestó un doble puñetazo en una secuencia demoledora. Dos goles alrededor de la media hora, en una conducción del lateral Jaime que nadie frenó, y al poco, en un golazo de David Jiménez a la salida de un córner. Botó en corto, se la devolvió Cazorla para abrir ángulo y la enroscó a la escuadra contraria.

Era el 2-0 y así se llegó al descanso.

El Castellón necesitaba dos goles para igualar la eliminatoria. El Castellón necesitaba una heroicidad e hizo todo para conseguirla. Acabó el primer tiempo dando señales de vida, ya se sabe: córners, faltas laterales y esa mirada opuesta a la rendición. Kiko Ramírez metió entonces a Antonio por Ebwelle, por si a alguien le quedaba dudas de que no era tarde para la lírica, y juntó a las dos torres en ataque.

El impacto del cambio en el juego fue tan inmediato como brutal. La banda izquierda quedó para Juanfran García, que bordó el papel de carrilero. En el minuto 50, su centro lo remató a la red Antonio, a la media vuelta; y en el 57 Fabiani empató en una jugada de triple zurda. La de Meseguer, que aguantó la carga y abrió a la subida de rigor, la de Juanfran, que la tocó hacia el punto de penalti, y la de Fabiani, que arrastró la pierna para embocar el remate.

Era el 2-2, y así terminó la segunda parte.

Grandeza en situación límite

Hubo prórroga porque al Castellón, que jugó con verdadera grandeza en una situación límite, le faltó echarle el lazo al triunfo. Meseguer se adueñó de la pelota, Marenyà jugó en dos o tres posiciones al mismo tiempo, y Castells y Carlos López formaron con Guille y Arturo una jaula que maniató a Boris y Raíllo.

El equipo orellut merodeó una y otra vez el premio gordo, en un despliegue sobresaliente. El partido paseó por el alambre, mutando de pesadilla a sueño feliz y de sueño feliz a otra pesadilla. A poco del final, el árbitro expulsó al local Niko Kata y al visitante Castells tras un intercambio de pareceres.

La prórroga se hizo inevitable y fue como todas las prórrogas: inhumana. El Castellón la manejó mejor: pareció más entero y le quedaban dos cambios. Con ellos rozó el 2-3, una y otra vez. En el 113, Meseguer picó un pase a la carrera de Jesús, que cruzó el centrochut al segundo palo. El balón era de gol: Saizar lo empujó de cerca, pero el central local lo limpió bajó palos.

En la segunda ola de la jugada, el meta sacó a quemarropa un disparo de Antonio. Aún tuvo otra Saizar en el minuto 120, en el interior del área. Buscó la escuadra con intención pero no encontró el tino.

Y llegó la tanda de la penaltis definitiva, mientras la afición albinegra rescataba de nuevo el himno, puntual y oportuna. Marcaron Saizar, Arturo, Meseguer y Marenyà para el Castellón, mientras los rivales hacían lo mismo. Paró entonces Álvaro Campos el cuarto lanzamiento del Gavà, pero falló Antonio el quinto de los albinegros, que valía el ascenso. Raíllo equilibró y el capitán Guille alargó la agonía, pero a Luismi se le fue alto el séptimo. El local Marco acertó en el definitivo para los catalanes.