En el patio del colegio Ramiro Izquierdo, en las pistas del viejo Gaetà Huguet o en el barro de las pruebas de cross de la provincia de Castelló, Gaizka Mendieta creció corriendo para ser el primero en la meta. Pero cuando cambió el atletismo por el fútbol, entonces cambió también el sentido de la meta. Corría para llegar el primero al balón, pero esa meta no era el final, sino el principio. A medida que supo qué hacer cuando alcanzaba la meta de la pelota, la carrera futbolística de Mendieta se disparó. Fue estrella mundial.

Mendieta fue un futbolista con sueños de atleta. Hace poco más de un mes, con motivo de la celebración del Día Olímpico en Castelló, Gaizka se sinceraba. «Para mí, participar en unos Juegos Olímpicos fue muy especial. En el mundo del fútbol quizá no se aprecie tanto como un Mundial o una Eurocopa, pero como deportista no hay nada igual. Yo venía del atletismo, por lo que tenía esa percepción».

Los Juegos Olímpicos de Mendieta fueron los de Atlanta 1996. El camino hacia Estados Unidos no fue sencillo. La selección sub-21 que dirigía Andoni Goikoetxea trabajó una larga clasificación. En uno de los viajes, de hecho, Mendieta tuvo que ser operado de urgencia de apendicitis, en Bélgica. Superada la fase de grupos, el sorteo deparó como rival en el cruce decisivo a la República Checa. Ahí, dos goles del aún adolescente Raúl remontaron el partido de vuelta y certificaron el billete a los Juegos de Atlanta.

Antes de los Juegos, esa selección debió cumplir con la fase final de la Eurocopa sub-21. El combinado nacional, del que tomó las riendas Javier Clemente, el seleccionador de la absoluta, cayó en la final de Montjuïc ante Italia, en la tanda de penaltis. Las dos estrellas del equipo, el culé Iván de la Peña y el madridista Raúl, fallaron sus lanzamientos.

Mendieta, esquinado a la posición de lateral derecho, era un hombre de complemento en aquel equipo, pero su carrera empezaba a despegar. La 1995-96 fue la primera con continuidad en el Valencia, donde había llegado en 1992 procedente del Castellón. Su padre, Andrés Mendieta, también portero albinegro y olímpico en México 1968, explica que la pasión original de Gaizka era el atletismo. «Le gustaba y no había manera de que lo dejara», comenta, «al final tuve que llevarlo al Oropesa, donde yo entrenaba. Venía los viernes y los sábados se iba a sus carreras».

Al final, por inercia, ocurrió lo inevitable. El diálogo entre Ximo Badenes, el capitán del aquel equipo, y Andrés Mendieta, entrenador y padre de Gaizka, debió ser tal que así.

-¿Por qué no lo pones a jugar un día?

-Pero si tiene 14 años.

-Pues cuando tenga 15 lo pones, que en los entrenamientos nos peleamos por jugar en su equipo, porque es el que más corre.

Mendieta siempre fue el que más corría. En los récords del colegio Izquierdo, donde impartía clases Pepe Ortuño, hoy director deportivo del club de atletismo Playas de Castellón, o en el juvenil del CD Castellón, donde llegó procedente del Tonín. En el primer equipo albinegro duró solo una temporada, convulsa como suelen ser en Castalia, con tres técnicos en una campaña. Fue Quique Hernández quien más confió en él. Con apenas 17 años, Mendieta jugó 16 partidos de Liga en Segunda División, y 3 en Copa del Rey. El Valencia llamó a la puerta. Se marchó por 30 millones de pesetas (180.000 euros), más 10 en caso de que fuera internacional. Lo fue: tras escalar desde el filial del Valencia hasta convertirse en santo y seña del equipo. Todocampista, ganó la Copa en 1999 y disputó dos finales de Champions. Su carrera siguió por Lazio, Barcelona y Middlesbrough. Entre medias, disputó la Eurocopa del 2000 y el Mundial de 2002.

Apartados

En los Juegos de Atlanta de 1996, España pasó mal que bien la fase de grupos y fue eliminada por Argentina en el primer cruce. Mendieta fue de más a menos en el torneo. Asistió a Óscar en el único gol del debut contra Arabia Saudí, y repitió titularidad contra Australia, en el tercer partido. Clemente lo cambió en el minuto 31. No volvió a jugar. «No estuvimos en la villa olímpica ni fuimos a la ceremonia de inauguración, así que mucho ambiente olímpico tampoco vivimos», confiesa. España jugó tres de los cuatro partidos en Orlando, y el restante en Birmingham, Alabama.