Jacint Guimerà debutó ayer como entrenador del Borriol. Jacint tiene 25 años, entrenaba al Rafalafena en Primera Regional y él sabrá cómo lo ha hecho pero ha cogido a su nuevo equipo y en un par de días lo ha puesto a bailar. Jacint tiene mirada de niño y sonrisa de brackets. Llegó a jugar en el filial del Castellón pero lo dejó antes de hora, castigado por las lesiones. Ayer su Borriol salvó un empate en el minuto 94 en un partido que pudo haber ganado por goleada y que anduvo a un pelo de perder al encajar, visto y no visto, un gol de penalti y otro en un saque de banda. El fútbol es así, de todo se aprende, pudo ganar cualquiera y no ganó ninguno. Añadan los tópicos que quieran, pero el Borriol de Guimerà nace irreverente, dispuesto a destrozarlos todos, el primero ese que dice que en el coqueto Palmar, en el campo más pequeño de Tercera, no se puede jugar a fútbol, no se puede combinar, no se puede rasearla. El Borriol recibía ayer al Castellón, candidato a lo máximo, y lo minimizó: bajó la pelota, formó con un 4-3-3 de manual guardiolista y con Gerard Hernando, ese talento de cristal, de falso nueve. Y como Gerard hizo un partido fabuloso el Borriol sacó provecho de su superioridad en el medio, y no ganó, porque perdonó la puntilla en ventaja, pero salió del duelo claramente reforzado, vencedor moral de la cita. Guimerà necesitará algo más para salvar la categoría, pero su presentación como entrenador no pudo ser más llamativa. «Quien quiera ver fútbol, quien quiera pasárselo bien, que venga a El Palmar», sentenció travieso en su primera rueda de prensa, indisimulable la media sonrisa, divertido por su propia ocurrencia.

El Borriol no había ganado en casa y sigue sin hacerlo, y continúa colista, hundido en la tabla. Pero llegó al partido acumulando seis derrotas y salió de él pensando que tiene por delante un reto apasionante. Ayer protagonizó los mejores momentos de un duelo irregular pero siempre entretenido. Abrió el campo con los extremos, lo estiró con los laterales largos y se ordenó desde el compás de Márquez en el medio. Todo orbitaba en torno a Gerard, cuya posición resultó para el Castellón indescifrable. Los centrales sufrieron sin referencia y a Guinot le dio la mañana. Gerard abusó con reincidencia, provocando otro daño colateral en el medio, donde los rojillos eran siempre mayoría en la segunda jugada. El desajuste obligó a Escobar arectificar el dibujo, y escoró a Fonte en una banda. También ganó así el Borriol porque las prolongaciones de Cubillas caían siempre en tierra quemada.

El suave balanceo deparó ocasiones en las dos áreas. Tuvo más el Borriol, que halló el gol justo cuando el Castellón -con tiros de Guinot, picoteos de Sales y remates de Cubillas- empezaba a sentirse cómodo. Pero en el 37 Gerard hizo rodar la peonza: enganchó, giró y conectó con Adrián en la banda. El centro fue bueno y el cabeceo picado de Márquez también, superior en el salto al segundo palo.

Cambios al descanso

En desventaja, el visitante Sergi Escobar movió el banquillo al descanso. Nico y Javi Rubio le dieron un extra de agresividad al equipo, pero el rédito de las llegadas fue escaso. La más clara fue un pase atrás de Nico que engatilló Rubio. El balón se colaba pero rebotó en Jesús y se convirtió en una contra. El propio Jesús exigió a Zagalá, en un visto y no visto, en la otra área.

Escobar gastó pronto la bala de William en el tercer cambio y el Castellón se desarboló, precipitado. Cerró con tres defensas y uno de ellos era Ferreres, descoyuntado tras una fea caída. Sin red de protección, el Castellón paseó unos minutos por el alambre, al borde de un batacazo muy serio. El Borriol entonces echó de menos cierto colmillo. Zagalá le sacó el segundo a Mario tras una pérdida de Marenyà y el poste escupió un remate a puerta vacía de Badre después de una mala cesión de Arturo.

El Castellón estaba para el arrastre, hecho un pelele, pero rascó de donde no había. Cubillas provocó un discutido penalti en un salto y William, que se estaba llevando todas las broncas, lo transformó con exagerada calma. El brasileño celebró el 1-1 con una especie de rito chamánico, muy raro, y quizá por ahí empezó a germinar el 1-2, otro mordisco de veneno albinegro. Fue en el 87 y en un saque de banda que embolsó Dealbert y lo preparó perfecto para Rubio, ese tremendo llegador. Rubio clavó el zurdazo con furia, imposible para Carlos.

Quedaba poco pero aún fue mucho. El Castellón, que tenía diez y medio sanos, perdió también a Sales, sobrecargado. El Borriol percutió y el Castellón se protegió como pudo. Zagalá voló para desviar una falta de Troncho en el 93, y la del 94 era la última. El cojo Ferreres se puso a cubrir la corta y por ahí se coló la bola. La remató a gol y de cabeza Márquez, a quemarropa.

Dos a dos: el Castellón no había perdido fuera y sigue sin hacerlo, y continúa a seis de líder, rozando el play-off. Pero llegó al partido contagiado por el entusiasmo del reciente cambio de entrenador, y salió de él pensando que tiene un reto endemoniado por delante.