El Ayuntamiento de Castelló de principios del siglo XX fue un firme defensor de esa idea racionalista que defiende que la distancia más corta entre dos puntos siempre es la línea recta. Una circunstancia que, aunque deseable, estaba muy lejos de cumplirse entre la ciudad y el santuario de Lledó, pues a ambos puntos los unía un intricado dédalo de caminos de huerta. Y piénsese en lo grave del asunto que la misma Virgen había tenido que acudir de urgencia a la ciudad, reclamada con motivo de las pestes y los cóleras morbos, por aquel laberinto diseñado por el parcelario minifundista.

¿Pero dónde estaba el problema para que el Consistorio capitalino viera cumplido su sueño? Al parecer el propietario de la finca que impedía trazar la recta se hallaba en el nudo gordiano que se extendía junto al Camí La Plana y próxima a la desaparecida Venta del Peix (una parte de ese solar lo ocupa ahora la Mutua General). Ante la negativa reiterada, Gaetà Huguet Breva, a la sazón presidente de la Liga de Contribuyentes, concejal y hacendado, decidió comprarle el terreno al labrador tan antilledonero, y, de este modo, poder ceder la parte que precisaba el ayuntamiento.

Una vez acometida la «oberta» de aquella recta, que muy bien podría parecer salida del tiralíneas del gran urbanista de París Georges-Eugène Haussmann, en el cruce entre el nuevo Camí Lledó y el Camí la Plana se erigió una cruz de término.

«El bous» de Adsuara

Para el embellecimiento del nuevo bulevar, los niños plantaron docenas de almeces -el que se llama lledoner en valenciano- al ritmo de una cancioncilla que comenzaba: «Plantem, plantem...».

Llegados a la posguerra civil, en el mismo lugar de la avenida donde a principios del siglo, se ubicó el peiró, la Caja de Ahorro y Monte de Piedad de Castelló cedió una escultura de Juan Bautista Adsuara. Esto hizo que tuviera que moverse la cruz, hasta el sitio que ahora ocupa. Como recuerdan los testigos que vivieron aquellos días, el escultor había diseñado dos escayolas, que la entidad bancaria conserva en bronce. Pero la nueva figura de «els bous» se sacó de un bloque de piedra blanda y la estampa que lució durante el tiempo inmediato a su inauguración no fue la que conocemos. Y es que aquel par de bueyes y el propio labrador, que emulaba a Perot de Granyana en la Santa Troballa, se presentaba ante los ojos de los vecinos sujetado por estacas de madera, como un herido de guerra.