los comienzos de mi aprendizaje radiofónico hacíamos grabaciones de teatro leído, y aquello fue despertando mi afición al teatro. Incluso un grupo de gente que íbamos por el Estudio-Escuela que había en la ciudad, nos decidimos en una ocasión, allá por 1960, a representar una obra de teatro titulada "La cuerda" del escritor inglés Patrick Hamilton, que nos dirigió Antonio Gascó Calduch, magnifico director teatral, padre de mi querido y admirado amigo Antonio Gascó Sidro, cronista oficial de la ciudad.

Un par de décadas más tarde, viendo la única televisión existente entonces, mi sorpresa fue mayúscula cuando emitieron una película que se titulaba "La soga" y que dirigía nada menos que Alfred Hitchcok, y que por supuesto representaban notables figuras del mundo cinematográfico mundial. La sorpresa fue también grande para mis hijos cuando les iba contando lo que pasaría, no creyéndose que yo hubiera participado en una representación de dicha obra con el papel de Robert. Como muchos quizá conozcan, es una obra en la que un grupo de amigos se citan en la casa de uno de ellos para merendar, colocándose la mesa sobre un gran baúl, pero previamente uno de ellos había asesinado a otro, cuyo cadáver introdujo en dicho baúl y así proseguía la obra hasta llegar a la resolución del asesinato.

Lo cierto es que, como he dicho, mi afición al teatro fue temprana, es fácil que auspiciada también por vivir en la calle Huerto de Más, apenas a cincuenta metros del Teatro Principal y ver pasar siempre por delante nuestro a actores y actrices. Durante muchos años, acudía a Madrid dos y tres veces cada mes a distintas reuniones profesionales y ello me permitió ver estrenos de obras importantes entre las que podría citar "Historia de una escalera" de Buero Vallejo, "Los secuestrados de Altona" de Sartre, "Danton" de Emilio Romero, "Las criadas" de Genet, etc, etc; pero nunca dejé de ver obras de humor, muchas de ellas de Alfonso Paso, que llegó a tener al mismo tiempo tres o cuatro obras en cartel, etc. En cine también he buscado siempre el humor, donde triunfaron tantos y tantas actores, actrices y directores que, con escasos medios, nos obsequiaban con interpretaciones extraordinarias.

En mi época de locutor deportivo era habitual que en los intermedios de los partidos, si había presentes seguidores albinegros les pidiera su opinión sobre lo que estábamos viendo, hasta que un día las opiniones de dichos aficionados fueron tan contrarias a lo que yo había dicho en los primeros cuarenta y cinco minutos que llegue a la conclusión de que aquello era más perjudicial que beneficioso, por ello no he sido muy partidario tanto en la radio como en la prensa, de dar paso a oyentes o lectores que, sin dar el nombre, dan sus opiniones sobre cualquier tema. Pero, miren por dónde, leyendo en un periódico hace muy pocos días una de esas secciones no pude más que estallar en sonoras carcajadas, cuando leí que la vicepresidenta del Gobierno quería prohibir el queso de tetilla gallego por sexista, y entonces el inspirado lector se preguntaba qué hacer con las "pilotes de frare".

Estoy convencido de los conocimientos de la señora Calvo, que la supongo muy leída en Aristóteles que dijo en una ocasión algo muy interesante: "Sólo hay una manera para evitar las críticas: no hacer nada, no decir nada y no ser nadie", pero algunos políticos piensan lo contrario. Ya sorprendió en una ocasión al pedir a los académicos que "feminizaran" la Constitución y hace poco al decir que el reparto de inmigrantes entre varios países se debía al presidente Sánchez y a las pocas horas los malteses y franceses aclaraban la cuestión. Sinceramente debo reconocer que no la he escuchado sobre lo del queso de tetilla, que sería como rizar el rizo, pero comparto la preocupación del anónimo lector que se pregunta qué puede pasar a partir de ahí con "les pilotes de frare".

Y a este respecto quiero contar unas anécdotas que protagonizaba en su día quien fuera el buen alcalde de Almassora y excelente persona, Vicente Vilar, ya fallecido, quien tras algunos de sus mítines en campaña electoral tenía por costumbre repartir entre los asistentes, las susodichas "pilotes de frare", para satisfacción de los asistentes. En una ocasión, tras uno de dichos mítines nos decía: "Acabo de visitar uno de los barrios periféricos, dónde he llevado la luz y el alcantarillado y me han hecho entrar en algunas de las casas de quienes viven allí y en el comedor tienen la fotografía enmarcada de Felipe González". Ni la eficaz gestión ni el dulce postre le granjearon aquellos votos.

Voy a estar atento a próximas declaraciones de la vicepresidenta, pero aunque se cambie la denominación, anuncio que seguiré comiendo, aunque con moderación, las "pilotes de frare" que muchas pastelerías de la ciudad las hacen perfectas. Muchas cosas hay que tomarlas con humor.