Son la doce del mediodía y duerme tranquilo, boca arriba, en el sofá, arropado por una manta y unos cojines para que no caiga. Su madre le mira embelesada, todavía incrédula ante el milagro. Sí. Su bebé es un milagro, un milagro llamado Alberto. Nació el 16 de marzo de 2017 en el Hospital General de Castelló después de un embarazo de alto riesgo y por el que no había esperanza. El ginecólogo y cirujano Sebastián Ortolá, hizo que la historia de Cristina y Alberto tuviera el final más feliz.

Cristina Garrido, de 36 años y vecina de Almassora, tenía un mioma uterino diagnosticado. Cuando quiso tener familia, los ginecólogos le dijeron que no tendría problemas porque el bulto era benigno, estaba fuera de la cavidad donde crece el bebé y no suelen crecer. En el plazo de seis meses se quedó embarazada pero al tercer mes de gestación la cosa no iba bien. Empezó a tener un fuerte dolor en el vientre y tuvo que ir a Urgencias donde, tras quince días ingresada, decidieron que tenía que ser intervenida quirúrgicamente para extraerle el mioma porque su vida corría peligro.

Contra todo pronóstico había crecido y pesaba casi dos kilos, estaba en la parte posterior y le estaba obstruyendo todos los órganos. «Me dijeron que iban a salvarme a mí, que el feto no tenía posibilidades de salir adelante. Me notaba el bebé debajo del pecho porque no tenía espacio para crecer y tenía una barriga enorme. No nos daban esperanza de nada, ni del feto ni del útero», comenta Cristina. No obstante, el doctor que le iba a operar le dijo que iba a intentar salvarlo todo.

Y así fue.

El 15 de noviembre de 2016 Cristina fue sometida a una complicada intervención quirúrgica que solo se ha practicado en dos ocasiones en España. Ella fue la tercera. «No había referencias sobre este tipo de intervención porque con mi caso era el tercero. Iban a ciegas. Me dijeron que no le pusiera nombre todavía. Si pasaba algo, el duelo sería menos traumático», dice la almassorina.

Le hicieron una cesárea vertical ya que con el corte horizontal no llegaban al bulto. Además, primero tuvieron que apartar el feto, de tres meses de gestación y 300 gramos, para poder alcanzarlo. Así consiguieron extraerlo, volvieron a colocar el feto y la cosieron. Todo un éxito.

Pero su embarazo seguía siendo de alto riesgo. Cristina explica que al haber manipulado el útero tenía riesgo de ponerse de parteo en cualquier momento. De hecho, ingresó en dos ocasiones con contracciones pero consiguieron pararlas. A ello se sumaba la evolución de la cicatriz al tiempo que el vientre iba haciéndose más ancho a medida que crecía el bebé. Y así fue como iban pasando las semanas: continuas revisiones y la permanente incertidumbre de saber cómo sería el desenlace.

Césarea anticipada

Para evitar riesgos, el doctor le programó una cesárea al octavo mes de gestación y con el mismo equipo que intervino en la operación del mioma. A las ocho de la mañana del 16 de marzo de 2017 ingresó en el Hospital General para someterse a la que, ahora sí, iba a ser la intervención de su vida, y la de su hijo. A las 10.45 horas nacía Alberto. Cristina dice que «ese día, y ya no solo ese día, todo el proceso, fue con la misma ilusión de decir ‘esto va hacía delante’ pero con la precaución de que en cualquier momento se puede torcer. Hubo mucha emoción. Tiene ya 18 meses y todavía me dura la satisfacción, el agradecimiento y el alucinar con la situación».