La pared de la Sala de Juntas del rectorado de la Universitat Jaume I (UJI) de Castelló muestra esa desigualdad entre hombres y mujeres en el ámbito académico, y que se extiende a todos los ámbitos sociales. De las quince fotografías de las Medallas de Oro otorgadas, solo una es de una mujer (Matilde Salvador fue distinguida con esta mención el 23 de septiembre de 1998). Y ese fue el escenario en el que ayer tuvo lugar la I Cumbre de Rectoras que reunió, en la masculinizada sala de juntas, a las siete únicas máximas dirigentes de universidades públicas españolas. Eva Alcón, de la Universitat Jaume I; Pilar Aranda, de la Universidad de Granada; Margarita Arboix, de la Universitat Autònoma de Barcelona; Mavi Mestre, de la Universitat de València; Nekane Balluerka, de la Universidad del País Vasco; María José Figueras, de la Universitat Rovira i Virgili, y Antonia Peña, de la Universidad de Huelva abordaron los éxitos y debilidades de las políticas universitarias en materia de género.

El mapa universitario se repetía en cada una de sus exposiciones: una mayor presencia de la mujer desde el ingreso como alumnas, pero que se ve reducido en la medida que se van subiendo escalafones, además de la escasa presencia de la mujer en altos cargos. «Hay más mujeres universitarias, con más rendimiento, acaban las carreras en el tiempo previsto, pero en las cátedras todavía se están muy legos de llegar a la equiparación», apuntó la rectora de València.

La llamada brecha STEM (estereotipos en la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) fue otro de los temas preocupantes que se expusieron en la cumbre. Las rectoras abogaron por acabar con la feminización y la masculinización de los grados y hacerlo desde abajo, prácticamente, desde Educación Infantil. «A lo mejor hay que empezar a que sean los niños los que hagan de maestros delante de las niñas y que las niñas hagan de ingenieras», apuntó la rectora de la Universitat Rovira i Vergili. La rectora de Granada también habló al respecto asegurando que «las niñas sí que quieren ser ingenieras pero pierden el interés por presiones de la familia y sociales que las van desanimando». A este respecto, la rectora de Huelva apuntó que «no podemos seguir consistiendo que las carreras masculinizadas sean las de más prestigio y retribución y que las feminizadas estén infravaloradas, además de acusar una importante brecha salarial».

Por su parte, la rectora de la Autònoma de Barcelona (natural de Ribesalbes) hizo alusión al intento de hacer un Grado de Género y cuyo trámite está siendo «una batalla campal». «No quieren un grado, dicen que con un máster es suficiente. Lo que hemos hecho, de momento, es ofertarlo como un título propio», explicó Arboix.

Otro de los retos debatidos fue el miedo de la propia mujer al empoderamiento y la escasa participación del hombre en políticas de igualdad. «Hay que apostar por el empoderamiento de la mujer para que ocupe cargos de responsabilidad, que den el paso y se atrevan a postularse para adquirir mayor responsabilidad en el ámbito universitario», apuntó la rectora del País Vasco. En cuanto a la participación del hombre, Alcón señaló que para romper con los estereotipos «necesitamos la complicidad con el hombre».

La vicerrectora de Igualdad de la UJI, Pilar Safont, fue la encargada de leer las primeras conclusiones de esta cumbre, un documento que servirá de base para redactar un manifiesto más extenso en los próximos días: la Declaración de Castelló. Safont explicó que los principales retos a los que se enfrentan las universidades para acabar con la desigualdad irían en tres líneas: formación, investigación, y liderazgo y gestión.

En cuanto la formación, se ha defendido llegar a los alumnos y a las alumnas en etapas previas, de primaria y secundaria, para acabar con la brecha STEM. En el ámbito de la investigación, se ha indicado la necesidad de incorporar medidas de discriminación positiva en los planes propios de investigación. Y, por último, en cuanto a liderazgo y gestión, se aboga por que las universidades elaboren presupuestos con perspectiva de género y que se aumente el presupuesto para llevar a cabo políticas de género.