Manuela Andrés, de 70 años y vecina de Borriana, fue una de las participantes en la concentración ayer en Castelló para defender que los edificios de viviendas cumplan con la reglamentación en materia de accesibilidad. El día 8 de diciembre hará 28 años que la atropellaron y, tal como dijo, «te cambia la vida por completo». «Conoces un mundo que antes era desconocido y que es un mundo que tiene dificultades, con muchas barreras arquitectónicas y mentales. Yo vivía en un tercer piso sin ascensor y bajé de casa el día que me atropellaron y ya no he subido más».

Su hijo le hizo una casa adaptada, que es donde vive ahora, y por donde puede ir con libertad y salir y entrar cuando quiere, pero es consciente de que no todos tienen esa oportunidad. «Vivo sola, mis hijos viven cerca de mí, y una persona que viene a ayudarme, pero vivo sola, yo me guiso, pero porque lo tengo todo adaptado».

Cuando la atropellaron tenía tres hijos de 17, 16 y 12 años y ellos han sido quienes le han exigido valerse. «Antes me hacía sentir mal pero ahora lo agradezco», asegura. Manuela Andrés también hace alusión a las barreras mentales. «La gente no tiene conciencia ni de las rampas ni de aparcar en las aceras. Esas son las barreras mentales, la falta de concienciación, de que un pueblo es para todos, y si hay unas normas se tienen que cumplir», concluye.