Jose María Pastor coronó el Kilimanjaro con 63 años el pasado mes de diciembre y para alcanzar el pico más alto de África empleó siete días, los que tardó en ascender y descender los 5.895 metros que se eleva sobre el nivel del mar.

El motivo del ascenso para él se ha ido forjando a la par que su afición a la montaña y explicó que «mi meta no ha sido nunca subir picos, siempre ha sido disfrutar de la montaña y hacer travesías», de hecho este ondense ha dado seis veces la vuelta al Monte perdido y ha hecho la travesía del Mont Blanc.

Nació en Onda y pertenece al Club Excursionista de Castelló, lleva desde 1992 haciendo senderismo y su fidelidad al camino se debe a que en él encontraba la paz que las responsabilidades en el trabajo le quitaban; cada paso servía para oxigenar el alma y retomar fuerzas para volver a emprender la rutina. Le tomó tanto placer a este deporte que una vez jubilado le continúa siendo fiel, de hecho reveló que el ascenso al Kilimanjaro «más que un reto fue un regalo que me hice por mi jubilación porque nunca había subido a más de 3.400 metros, era una ilusión para ver que se sentía».

Ante la pregunta de qué se siente cuando tocas el techo de África toma aire y reflexiona porque ahora, poco más de un mes después, comienza a sentir la satisfacción y afirma que «yo he disfrutado más al volver que estando allí, porque en ese momento tienes muchas preocupaciones y estar concentrado». No en vano el ascenso al Kilimanjaro, por muy organizado que esté, no es hacer la Vía Verde de Benicàssim y el riesgo es una amenaza real.

Pastor tuvo que emplearse a fondo para planificar al detalle su hazaña. Todo comienza cuando debes elegir el mes en que viajar porque los temporales pueden ser un factor determinante en el objetivo; las rutas para alcanzar la meta son diversas y oscilan desde las imposibles hasta las 'light', pasando por las que debes ir acompañado por un experto en caza mayor porque puedes encontrarte de frente con un 'gatito' con hambre; y el contexto de África en sí mismo amenaza y los idiomas, cultura y, sobre todo, algunas enfermedades que aquí ya están extintas pueden dejarte una huella ingrata para siempre.

La mención especial en las amenazas del Kilimanjaro se la lleva el mal de altura, «uno de los momentos más duros fue cuando nos cruzamos con una persona que la bajaban afectada por el mal de altura» asintió con firmeza. La aclimatación en estas expediciones es necesaria para combatirlo porque esta dolencia que aparece cuando el ascenso es rápido y pone en riesgo la vida del montañero puesto que la falta de oxígeno se expresa al principio como un leve dolor de cabeza pero al final puede llevarse la vida de una persona.

Pastor tiene una condición física que luce en óptimo estado a simple vista y le acompaña el carácter pertinente para lograr este tipo de retos, no en vano escogió las excursiones después de practicar durante un lustro el parapente y asegura que volar es «una delicia y muy relajante, es la tranquilidad absoluta cuando únicamente escuchas el ruido del aire, nunca tuve miedo y siempre me tomaba las medidas de seguridad muy en serio, además si hacía mucho viento no salía». Pero el riesgo siempre acecha cuando contemplas el mundo a vista de pájaro y sin motor. Con su familia en la mente decidió aparcar las alas y ajustarse las botas de montaña, y desde el año 92 no ha dejado de abrochárselas con esmero cada domingo para completar una rutina senderista de cuatro horas y unos 12 km marcha, además también son habituales sus escapadas al Pirineo en vacaciones.

El ondense afirmó que su entrenamiento para el Kilimanjaro fue así, incrementando alguna salida a la montaña los meses antes y además aseguró que «cualquier persona que practique el 'trekkin' puede hacerlo».

La expedición

El trazado elegido fue la ruta Machame, la puerta de la misma se sitúa a 1.800 metros de altura y el primer día, recien aterrizados del avión, ya ascendieron hasta los 3.100.

Del primer día recuerda que «la primera etapa se hizo pesada por el viaje, porque pasamos muchas horas entre vuelos y escalas y al llegar a Tanzania ya empezamos el ascenso».

El ondense llevaba sobre su espalda 9 kilos con 2 litros de agua, chubasquero, equipo médico básico, comida para la etapa, guantes, forro polar, polainas, móvil, gorro de lana? «afirmo que vas vestido prácticamente igual que cuando vas al Pirineo porque es un trekkin que, quitado del último día, puedes ir así».

Satisfecho con lo conseguido Jose María asegura que del viaje se queda con el choque cultural que supone Tanzania y riqueza extraído de lo compartido con los habitantes de la montaña y concluyó pensando en un futuro con aventuras: «Este año descanso para el 2020 buscaremos otro reto».